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Entradas
reales
Desde finales de la Edad Media, el
desarrollo urbano y mercantil permitió el crecimiento de una burguesía y
un patriciado urbanos con capacidad para financiar festejos y organizar
espectáculos públicos con motivo de las visitas de monarcas y altos
dignatarios, de las bodas, natalicios y exequias de miembros de la
familia real, o de acontecimientos relacionados con la vida de las
ciudades: aniversario de fundaciones o liberaciones, fiestas patronales,
canonizaciones etc.
Estos espectáculos eran frecuentemente teatrales en la medida
que se representaban en ellos alegorías con diálogos y canciones y se
utilizaban recursos escenográficos: artefactos voladores, decorados
efímeros, carrozas, etc. Así lo han entendido muchos historiadores del
teatro que no dudan en incluirlos en sus trabajos, y en razón de su
naturaleza teatral se aborda aquí su estudio, por otra parte de gran
interés para la Historia del Arte ya que en muchos casos sabemos que la
elaboración de los decorados y atrezzo para estos espectáculos corrió a
cargo de pintores y entalladores, muchos de primera fila y algunos
verdaderos especialistas en este tipo de encargos, un aspecto de la
actividad artística del que poco ha llegado a nosotros por su carácter
efímero, pero que en su momento tuvo gran importancia, mantuvo a
dinastías de pintores y sirvió de vehículo de transmisión de ideas y
modelos.
Probablemente la más espectacular
de las fiestas cívicas, exceptuando la del Corpus, sea la Entrada
Real; ceremonia con la que las ciudades de los siglos XIV-XVIII
recibían a los reyes cuando acudían a visitarlas. Ya en el mundo romano
existía el ritual del adventus con el que se recibía al Emperador
o a los altos dignatarios del gobierno que visitaban las provincias, y
la costumbre no se olvidó en la Edad Media aunque hasta finales del
siglo XIII la ceremonia no pasaba de ser un homenaje por parte del
pueblo encabezado por los notables de la villa que recibían al Rey en la
puerta de la ciudad y renovaban sus votos de fidelidad. Desde principios
del siglo XIV, sin embargo, (1301 en Flandes) la Entrada se
convirtió en un espectáculo público de primera magnitud con música,
danzas, desfiles, decorados y representaciones teatrales como las que
Felipe IV ofreció en París a Eduardo II de Inglaterra en 1313 (se
escenificó la vida de Cristo desde el Nacimiento a la Resurrección,
luego el Juicio Final y una pieza profana, el Renard) o los Misterios
del Antiguo Testamento y del Nuevo que la ciudad de París presentó al
duque de Bedford en 1424.
Eran también muy frecuentes en estas Entradas
Reales, especialmente en las francesas y flamencas, los cuadros vivos de
temática religiosa o alegórica con figuras mudas vestidas apropiadamente
y llevando rótulos identificativos. Grandioso debió de ser, sin duda, el
tableau-vivant que la ciudad de Gante ofreció a Felipe el Bueno
en su Entrada de 1458, escenificando con centenares de figuras el Retablo
del Cordero Místico que los hermanos Van Eyck habían pintado años antes
para la iglesia de San Bavón, patrono de la ciudad.
En España, este tipo de festejos están documentados en el
área catalano-aragonesa desde finales del siglo XIV, no así en Castilla
y en Portugal donde también existieron pero en fechas tardías y, según
todos los indicios, como una costumbre importada a imitación de los usos
franceses, flamencos, italianos y aragoneses. En Castilla, parece que la
costumbre se copió de Aragón a mediados del siglo XV, extendiéndose en
la época de los Reyes Católicos y desarrollándose en el siglo XVI por
influencia italiana y flamenca.
En Galicia, las noticias
sobre este tipo de festejos son muy escasas, en parte porque fueron muy
pocos los reyes que visitaron el Reino de Galicia en la época que nos
ocupa. Hay, sin embargo, algunos datos que permiten constatar que en las
ciudades gallegas se hicieron Recibimientos con
espectáculos de carácter teatral muy similares a los que tenemos
documentados en otras zonas.
En el siglo XII, son abundantes las noticias
sobre la presencia de los reyes castellano-leoneses en tierras gallegas,
y tanto la Historia Compostelana como el Calixtino proporcionan
numerosos datos sobre las procesiones que se organizaban para recibirlos
en Compostela, y la música, cantos y bailes que siempre acompañaban las
celebraciones “según costumbre de Galicia” (Historia
Compostelana). Ya en el siglo XIII hay noticias de la presencia en
Galicia de
Alfonso IX, Fernando III y Sancho IV, y de la reina Isabel de Portugal
(la Rainha Santa) en 1325. Sin embargo, en fechas posteriores
las noticias escasean y ningún rey visitó el país desde que Pedro I y su
hermanastro Enrique de Trastámara lo hicieron entre 1366-69, en el
contexto de la guerra civil que mantenían, hasta que los Reyes Católicos recorrieron Galicia en 1486.
Los sucesores de Enrique de Trastámara (Juan I, Enrique
III, Juan II y Enrique IV) nunca visitaron Galicia, lo que justifica la
afirmación de Hernando del Pulgar en su Crónica cuando,
refiriéndose al Reino de Galicia, dice: “donde los Reyes de Castilla se
lee haber ido pocas veces”. En los cien años anteriores a la visita de los
Reyes Católicos solo tenemos documentadas las visitas de reyes
usurpadores como Fernando I de Portugal, proclamado rey en 1369 en las
poblaciones del sur de Galicia en las que entró triunfalmente llegando
hasta A Coruña, o Jean de Gant, duque de Láncaster, quien por su
matrimonio con Constanza, hija de Pedro I, se tituló rey de Castilla y
León tras la muerte de Pedro en Montiel, y fue reconocido como tal en A
Coruña y Compostela en 1386.
Jean Froissart en sus Chroniques, nos
proporciona algunos datos sobre las fiestas que se celebraron en su
honor y concreta que en Compostela salió a recibirlo el pueblo y el
clero en procesión, ofreciéndole las llaves de la ciudad y portando
reliquias, cruces y oriflamas, y que en Betanzos tuvo lugar un torneo
entre un caballero inglés y otro francés. Froissart no estuvo en Galicia
pero contó con relatos de primera mano ya que se entrevistó con muchos
de los protagonistas, de modo que podemos dar cierto crédito a sus
noticias. No sucede así con las miniaturas de los códices ilustrados de
las Chroniques, que incluyen las escenas de la Entrada en
Compostela y de las justas de Betanzos (véanse Fotos), ya que estos códices
se hicieron e iluminaron un siglo después de la redacción de la obra de Froissart.
En lo referente a los reyes
legítimos,
sabemos que en 1486, los Reyes Católicos visitaron Galicia durante algo
más de un mes (del 7 de septiembre al 16 de octubre). Procedentes de
Ponferrada, se dirigieron Santiago, donde estuvieron unos veinte días, y
de allí a Betanzos, A Coruña y Lugo. La visita la mencionan varios
cronistas de la época (Zurita, Hernando del Pulgar....) y, aunque no
anotan la existencia de espectáculos públicos, sabemos que éstos
tuvieron lugar, al menos en A Coruña, por un documento del Archivo
Municipal de la ciudad en el que se hace referencia a la recepción que
el pueblo y las autoridades ofrecieron a los monarcas el 6 de octubre en
la Puerta de la Torre, en la que reclamaron la confirmación de los
privilegios de la villa, manifestaron su lealtad a la Corona y
obsequiaron a los reyes con un:
“…gran Resçibimyento por mar e por tierra de estoryas e
entremeses de Hercoles e Geryon e de otras ystorias en forma segund sus
estorias...”
.
La mención de estoryas e entremeses sitúa
a los festejos coruñeses en una dimensión claramente teatral y parece
claro, por la fecha y porque
las autoridades apenas debieron de disponer de dos semanas para
organizar el Resçibimyento, que tuvieron que ser los vecinos de la ciudad quienes
actuaron y poetas locales los encargados de componer las ystorias
en las que se desarrollaba el conocido mito sobre la fundación de la
ciudad que aparece recogido en las Cantigas de Santa María y en
la Estoria de España y la General Estoria de Alfonso X. Quizá los entremeses aludidos
eran los mismos que se hacían en las procesiones del Corpus –sabemos que
así se hacía en Compostela en las entradas de los arzobispos-, lo que
proporcionaría una prueba indirecta de la antigüedad de las procesiones
en la ciudad.
El tema de la estorya de A Coruña forma parte de un antiguo complejo mítico
centrado en torno al décimo de los trabajos de Hércules: retar y matar a
los Geriones, reyes de Iberia, para conquistar el territorio y sus
ganados. La propia Estoria de España de Alfonso X asoció el mito
con la fiesta al afirmar que, tras derrotar a Gerión, Hércules: "fizo
y sos iuegos e mostro hy grandes alegrias por que uenciera a Gerion e ganara
toda la tierra de que ell era sennor".
En el siglo XVI estuvieron en Galicia
Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla en 1506, Carlos I en 1520 para
asistir a unas Cortes en Santiago y Felipe II -todavía príncipe-, como
peregrino en junio de 1554. Los primeros, procedentes de Flandes, arribaron en marzo a A Coruña,
donde fueron recibidos con fiestas [1], pasaron después dos semanas en
Santiago y en las Actas Capitulares y el Libro de Consistorios constan
los pagos de los festejos que nos informan de la confección de un palio,
de pendones con las armas reales, y de una corrida de doce toros en el Obradoiro donde se emplazó, para refrescar a los reales huéspedes, una
fuente que manaba vino tinto del Ulla, refinamiento muy de moda en las
fiestas cortesanas de la época.
No hay noticias de que a Carlos
I se le ofreciesen espectáculos o representaciones (las crónicas sólo
dicen que en A Coruña salió a recibirlo a Palavea el pueblo y el Concejo,
y que en su partida hubo música y salvas), aunque parece probable que
así ocurriese, del mismo modo que cuando su hijo Felipe visitó Galicia
en 1554 fue obsequiado con representaciones teatrales en A Coruña
, y en
Compostela se celebraron fiestas con corridas de toros en la plaza del Obradoiro y el Concejo de Santiago, a pesar de las penurias económicas
que pasaba, encargó al broslador Fernando Díaz un palio bordado para la
ocasión (baldaquí en los documentos), pendones y vestidos de gala
para los regidores.
Incluso villas pequeñas tenían
capacidad para organizar festejos de este tipo, o, al menos, para
intentarlo. En Ribadeo, por ejemplo, se preparó en 1570 una recepción
para la reina Ana de Austria (cuarta esposa de Felipe II) que se
esperaba desembarcase en la villa (se adornó la muralla con pinturas
alusivas y se construyó un trono procesional). Finalmente, sin embargo,
la reina arribó a Laredo por lo que el Ayuntamiento ribadense decidió
utilizar lo preparado en un festejo de celebración de la feliz llegada
de la reina a España. Hubo música callejera, procesión, salvas de
artillería, hogueras nocturnas y corrida de dos toros (se gastaron 3000
maravedíes que se pagaron en 1573 con los fondos de propios de la villa).
En Tui se recibió en
1690 al príncipe Luis Antonio von der Pfalz, Gran Maestre de la Orden
Teutónica y hermano de la reina Mariana de Neoburgo, que pernoctó en la
villa antes de pasar a Portugal. El ayuntamiento en forma de ciudad (con
maceros y alguaciles), salió a recibirlo al camino de Santiago y había
acordado:
que se festeje su venida con la decencia deuida a su persona, asi con
foliones como con lo demas que se allare (luminarias en las casas y
las murallas, iluminación con velas y colgaduras en las casas
consistoriales, hachas de cera en los edificios públicos...). Se
alzó también un tablado y dosel para su recibimiento, y se preparó una
barca adornada con la mejor decencia que pueda ser, para que
cruzase el Miño con su comitiva.
Destaca en
el capítulo de las visitas reales, por los actos festivos que generó, el
viaje de la reina Mariana de Neoburgo, que arribó a la ría de Ferrol en
1690, después de una penosa travesía, para dirigirse hacia la corte.
Estuvo una semana en A Coruña, donde se le hicieron fiestas (...máscara,
torneo, danzas y otros géneros de festejos), "por las tardes
diferentes Comedias muy bien representadas, y vestidas"
, y el
último día "un sarao de
quatro sugetos y unos matachines, todo arreglado al clima de Galicia"
.
A continuación se
dirigió como peregrina a Compostela. Allí los regidores a caballo
fueron a recibirla al puente de la Sionlla y entraron con ella por la
Puerta del Camino en la que se habían pintado las armas reales y un
retrato del Rey, todo enmarcado con colgaduras. Pasaron por la Plaza del
Campo, donde había niños danzando en un tablado, la Quintana, donde
estaban los gremios con sus juegos y músicas, y llegaron al Obradoiro
donde la obsequiaron con fuegos, luminarias nocturnas y una “Ystoria
y representacion de Hiercoles” para la cual se levantó un castillo
con fuegos artificiales
.
Se hizo también un “arco Imperial con
diferentes pinturas y dibujos y en sus remates algunos retratos de
ángeles y en lo último y supremo de arriba un escudo con las armas
reales”, y en los días siguientes hubo una “mascara que se
componia de un triunfo real y mas de duscientas personas la mayor parte
de a caballo segun lo requeria el papel de cada uno en que entraron muy
ricos carros, el uno en que iba el rey Jupiter y la Aurora, el otro de
muchisima musica cantando versos y canciones a su Magestad, y el otro
que era el ultimo y remataba el triunfo llevaba todas las armas de los
reinos del Rey Nuestro Señor y encima el mundo y esto se coronaba con
una corona Imperial”
. Tuvo lugar también una representación de Moros
y Cristianos (“se hizo una rica morisca y pelea de moros y cristianos
en la dicha plaza con la representacion del Señor Santiago en un caballo
blanco...”), y hubo saraos, música y una “mujiganga ... (y)...
diferentes entremeses y villancicos”
. No
consta que hubiese representaciones teatrales durante la estancia de la
reina en Compostela, pero sí sabemos que las hubo unos días antes: "para
que se adelanten los festejos de bienvenida de la Reina, se haga una
comedia y sarao con el mayor lucimiento que se pudiere"
.
Pero no sólo la llegada de un miembro
de la familia real generaba una recepción espectacular, que también se
ofrecía a los obispos cuando tomaban posesión de sus sedes y a los
señores que visitaban las villas sobre las que ejercían su jurisdicción.
Ya me he referido a la entrada del arzobispo D. Cristóbal de Valtodano
en Compostela en 1570, ocasión en la que los gremios sacaron sus
entremeses del Corpus y Antonio de Mondragón representó un Auto
, y lo mismo
sucedió en las de los arzobispos Liermo (1582), Andrade (1645), Carrillo
(1656) y Spínola (1668). Los arzobispos eran recibidos en el Crucero de
Conxo donde se les entregaban las llaves de palo doradas de la
ciudad, desfilaban los cortejos gremiales, había representaciones
teatrales en la Plaza del Campo, toros y juegos de sortija, y
frecuentemente se levantaban arquitecturas efímeras (tres arcos que
exaltaban las virtudes y triunfos del nuevo prelado erigió el
Ayuntamiento en la entrada de D. Maximiliano de Austria en 1602).
Tenemos también noticias precisas de los festejos que se celebraron en
Pontevedra en 1603 con motivo de la visita de este último arzobispo,
para la cual se levantó un castillo de fuegos artificiales y hubo en la
Herrería un juego de sortija, máscaras, danzas gremiales, música y un
banquete pantagruélico.
En Mondoñedo se recibía también a los obispos
espectacularmente. Hacían éstos su entrada por la calzada romana de Lindín, atravesaban el barrio de los Molinos, juraban solemnemente los
fueros municipales ante la Corporación municipal, generalmente bajo el
árbol situado ante la capilla de San Roque, y se dirigían en mula hasta
la plaza de la Catedral, adornada como las calles con centenares de
farolillos, enramados, tapices y alfombras. Allí los recibía el cabildo
catedralicio y un cortejo gremial con sus cruces, pendones y las danzas
y juegos del Corpus (“delixias y regocijos” en los documentos).
En Lugo el
ayuntamiento recibía a los obispos en una ermita extramuros donde se
colocaba una mesa con sillas. El obispo juraba sobre un misal o sobre
los evangelios respetar los privilegios usos y costumbres de la ciudad y
el regidor más antiguo le entregaba las llaves de la urbe, que el obispo
devolvía. Luego lo acompañaban en procesión con el cabildo hasta la
catedral viajando el prelado a lomos de mula (entrada de D. Juan García
de Valdemora en 1603, AMLU, Libro de actas capitulares 1599-1606,
fol. 556).
Hay así mismo noticias de la celebración de
Recibimientos espectaculares en villas menores cuando eran visitadas por
sus señores jurisdiccionales. En Pontedeume, por ejemplo, Don Pedro
Fernández de Castro, VII conde de Lemos y III conde de Andrade, visitó
la villa en 1615, después de largos años de ausencia por sus ocupaciones
en la Corte y en el virreinado de Nápoles, y el Ayuntamiento decidió
hacer en su honor:
“...algunas fiestas en su recibimiento y despedida (...)
como son arcos triunfales, poner las armas de S.E. en las puertas de la
villa, pólvora, cohetes y cucañas de fuego, danzas, correrías de armas y
otros regocijos que están acordados”.
Los trabajos de pintura fueron encomendados al
pintor vecino de Betanzos Blas de Mariño que tuvo que esperar cuatro
años para que el Concejo le pagase los 150 reales acordados “por la
pintura de dos escudos de armas y otras cosas y banderillas que pintó
para el recibimiento de Su Exa.”.
En la misma
localidad de Pontedeume, sabemos que se hizo un Recibimiento al arzobispo Rajoy
cuando visitó la villa en 1761 para consagrar la iglesia parroquial
de Santiago, cuya remodelación él mismo había patrocinado. El
ayuntamiento preparó fuegos artificiales, sortija y danzas, y acordó que:
"se echen papeletas a los Gremios para que formen una Máscara en la
forma acostumbrada en este pueblo para el dia que se señalare: E
ygualmente el de Labradores para una danza de Bolantes; el de los
Erreros, Carpinteros y Banasteros, Canteros, otra de Peregrinos y
Peregrinas; el de los sastres otra de Turcos y turcas, y el de los
Maestros de obra prima otra de Indianos, para que, acompañando a otras
dos que forma el Gremio de la mar, zelebren y festejen al venida de Su
Yllma. y funzion de Yglesia Consagrada...".
Tenemos también algunos datos de Recibimientos en
la Universidad Compostelana, como el que se tributó en 1610 a D. Manuel
de Azevedo y Zúniga, conde de Monterrei y patrono de la institución, o
el de 1666 a D. Domingo Juan de Haro, conde de la misma casa; pero no
debieron de revestir especial espectacularidad. El de 1666 consistió
simplemente en la recepción solemne a las puertas del Colegio por parte
diez claustrales y la asistencia del Conde al Claustro, presidiendo desde
una “silla con tapete y almohada a los pies”. En el de 1610,
consta que hubo “fiesta y rrecybimiento (...) con los menistriles”,
pero la escasa cantidad invertida en los festejos -seis ducados- no
debió de permitir grandes cosas.
___________________
[1] Parece que con
motivo de estos festejos coruñeses en honor de los reyes Juana y Felipe
se compuso, entre otras obras hoy perdidas, el imperfecto poema en
gallego conocido en la actualidad como Cantiga de Filipe I o
Cantiga na honra de Filipe O Fermoso, pieza
en lo político favorable a Felipe el
Hermoso y contraria a su suegro Fernando de Aragón, recogida por
Sancho de Cota en su fragmentaria Historia de los reinados de los
Reyes Católicos y de Don Felipe y Doña Juana (ca.
1540, ms. BRAH, 9/7464. Fracmentos de la historia de Sancho de Cota,
natural de Toledo en 1492):
Vosa é Castela, Rei Don Felipe; vosa é Castela, que non ai quien os la quite.
E a la nosa Reina, Dios que la mantenna, facedle logar por do venna, semejantemente toda Castela.
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La Rainha Santa llegando a la catedral de Santiago como peregrina
en 1325. Miniatura de Simon Bening en la Genealogia dos Reis de
Portugal (Londres, BL, Add. 12531, fol. 9r ca. 1530-34).
Recibimiento de Jean de Gante en
Compostela en 1386, miniatura del siglo XV en un manuscrito ilustrado de las
Chroniques de Jean Froissart
Justa en Betanzos en 1386 en la
Entrada de Jean de Gante, miniatura del siglo XV en un manuscrito ilustrado
de las Chroniques de Jean Froissart
Carlos V parte de A Coruña en 1520. Miniatura de Clara de Keyser en el
Libro de Horas de Carlos V para su coronación como Emperador (Biiblioteca
de El Escorial)
Entrada
de Felipe el Hermoso en A Coruña en 1506. Grabado para la obra de
Maximiliano I de Austria Der Weisskunning (El Rey Blanco,
1514-1516). Es una visión idealizada pero los regidores arrodillados se
describen en las crónicas.
Retrato sobre
vidrio de la Reina Mariana de Neoburgo, pintado en Mugardos en abril de
1690 probablemente para la ceremonia del desembarco y entrega simbólica
de la desposada (col. Fernández Barreiro, foto en
FIDALGO CASARES, p. 269).
Noticias
de lo que se ejecutó en la Coruña con la llegada de la Reina Mariana de
Neoburgo (BnE MSS/18210, f. 44-52). |