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Fiestas del Calendario
En
los más diversos lugares de Europa, desde Inglaterra a Italia y del sur
de Francia a Alemania, se celebraron desde la Edad Media
fiestas y mascaradas sobre el calendario. Restos probablemente de un
folklore agrario neolítico, las tenemos documentadas también en el mundo
griego y en Roma, siendo quizá su pervivencia actual
los Mayos que todavía se celebran en muchas zonas de
Europa, entre ellas la Península Ibérica.
Estas festividades populares de
origen pagano no fueron impermeables a la influencia culta. La tradición
literaria de los Conflicti veris et hiemis, diálogos latinos
entre la Primavera y el Invierno que se acusan mutuamente en tono
paródico, llevó a los Minnesänger alemanes a componer pequeñas
piezas teatrales sobre el tema que se representaban en las fiestas del
equinoccio de primavera, y al italiano Bonvesin da Riva a escribir a
finales del siglo XIII su Disputatio mensium, pieza vernácula en
forma de diálogo humorístico que fue probablemente representada por las
plazas de villas y ciudades. Esta obra gozó de enorme popularidad en
Italia, inspirando numerosas mascaradas del calendario escenificadas
durante el Carnaval desde la Edad Media hasta nuestros días en Nápoles, Istria y Campania. En ellas el tema es la lucha entre los meses y la
rebelión de una parte de ellos, encabezados por Febrero, contra el
malvado Enero, ocioso e improductivo, o bien el combate entre los
meses rústicos (los de invierno y verano) y los corteses (generalmente
los tres de primavera y los de otoño).
En la Península, a pesar de la
ausencia de textos y pruebas directas, no se puede descartar la
existencia de mascaradas similares, ya que tenemos testimonios indirectos
de ellas en la literatura (Libro de Aleixandre (vv. 2390-2402) y Libro
de Buen Amor (est. 1270-1301), y en la tradición popular.
En Galicia en los primeros días del mes de mayo
salía a la calle, al menos desde la Edad Media, O Maio, un
muchacho cubierto de hojas y ramaje diverso, enmascarado y tocado con un
gorro cónico de juncos que recorría las calles de aldeas, villas y
ciudades como Compostela o A Coruña, cantando estrofas que repetía el
coro de niños que lo acompañaba (permanecieron vivos en la
localidad lucense de Portomarín y en la leonesa de Villafranca del
Bierzo, y se han recuperado en otras como Lourenzá). Era frecuente que las estrofas dieran lugar a una pequeña
pantomima, tumbándose el Maio en el suelo al tiempo que el coro
cantaba: Levántate Maio/ que tanto dormiches,/ pasou o inverno/ e
non o sentiches. En muchas de las coplas de estos Maios se
empieza pidiendo licencia, como los juglares medievales, y los cantores
dicen: ángeles somos..., lo que para Vicente Risco: poidera ser a
lembranza dalgunha representación litúrxica na que os nenos fixeran de
anxos.
Tenemos también en Galicia noticias
de Maias femeninas, a las cuales en el siglo XVIII se les
prohibió la entrada en la Catedral de Santiago, lo que parece indicar que existieron los
Reyes y Reinas de mayo que presidían los festejos como los que
tenemos documentados en otras zonas de Europa porque, naturalmente, el
Maio gallego cuenta con numerosos paralelos. Similares fueron los
Mayos castellanos y aragoneses, los Maiets catalanes, el
João o Verde portugués, el Walber y el Waldmann
germánicos, el Jack-in-the-green inglés, el Jorge Verde
de Carintia y otros muchos.
En el caso peninsular
tenemos una noticia documental de su existencia en el denominado
Poenitentiale Vigilianum o Albeldense (La Rioja, siglos VIII / X),
en el que aparece una referencia a personas que se disfrazaban e
imitaban a estos seres míticos: Qui in saltatione femineum habitum
gestiunt et monstruose fingunt et maias et arcum et palam et
similia exercent, pecado para el que se prescribe un año de
penitencia. Las maias mencionadas en el texto se asocian con
danzas de arcos y palas y es probable que haya que relacionarlas también
con las representaciones artísticas de los Green-man (=Hombres
Verdes), figuras con máscaras vegetales o de cuyas bocas y/o pelo surgen
plantas. Consideradas una representación de antiguas divinidades o
espíritus de la vegetación y de la regeneración estacional de la
naturaleza, son muy frecuentes en el arte medieval y se les atribuye un
origen inglés aunque existen por toda Europa, también en Galicia como ha
demostrado Alfredo Erias que las relaciona, en algunos casos como la
pila bautismal de Quiroga, con la deidad céltica conocida como
Cervunnus (cf. Foto).
Es razonable pensar que los Maios
figurados actuales son la supervivencia de un antiguo rito agrario que
en la época medieval se convirtió en espectáculo popular infantil y
juvenil de carácter parateatral. No es probable, sin embargo, que en
Galicia hayan existido espectáculos más complicados como el Desfile
de los Meses que se representaba en las ciudades italianas. Aunque
tenemos en los capiteles de Santa María del Azogue (Betanzos, finales
del siglo XIV, cf. Foto) un menologio o representación de los meses con
particularidades iconográficas que lo relacionan inequívocamente con la
Disputatio mensium de Bonvesin da Riva, parece claro que su autor
está copiando un modelo artístico ultrapirenaico por lo que no es
necesario que hubiera contemplado un Desfile similar.
Lo que sí tenemos en
Galicia son noticias de lo que podrían ser pervivencias de
representaciones antiguas más complejas asociadas con el calendario. Un
caso que parece probable es el desaparecido Folión de Carude (Monforte)
compuesto de carros del país engalanados sobre los que se representaban
las labores agrícolas y los oficios tradicionales, los cuales salían en
cortejo acompañado de música desde la Eira de Carude, para
festejar la finalización de las labores de la malla del trigo. El
desfile monfortino se hizo de manera regular hasta 1846 y
esporádicamente luego hasta 1908 trasladado al Carnaval. No está claro
desde cuándo se hacía el folión, pero es probable que sea una
pervivencia de las mascaradas o Historias vecinales documentadas
desde el siglo XVIII en los lunes de Pascua y las vísperas de la fiesta
de la Asunción
.
Similar es el
caso del Folión dos
carros de Chantada
(cuarto fin de semana de agosto). Se trata de un cortejo de carrozas tiradas por bueyes (antiguamente eran carros
del país engalanados pero hoy son plataformas más grandes), en cada una
de las cuales los vecinos escenifican un cuadro dedicado a uno
de los oficios tradicionales (sastres, cesteiros, ferreiros…), o a
una de las principales labores agrícolas (malla, sega…). Solo
hay noticias del Folión de Chantada desde finales del siglo XIX (1889), pero
entonces ya se le califica de “tradicional” y quizá se trate un antiguo desfile de carros asociado
con las fiestas del calendario, lo mismo que los foliones de fachos documentados o todavía vivos en
la
Ribeira Sacra (cf. Vilelos
(O Saviñao),
Castelo (Taboada) y
Castro Caldelas).
Sin
embargo, no
se puede descartar la posibilidad de que los foliones con carros tengan
en algunos casos un origen gremial y que procedan de las procesiones del
Corpus, en las cuales se mantuvieron hasta hace pocos años en algunas
localidades como
Ponteareas. |
Maios en Portomarín a principios de los años 90.
Foto de Vítor
Vaqueiro en GONZÁLEZ REBOREDO (1997), p. 83.
Desfile de los meses. Capiteles
de Sta. Mª del Azogue (Betanzos), ca. 1390.
Pila
Bautismal de la iglesia del Hospital de Quiroga-LU (fecha
controvertida entre los siglos XII-XVI). Dibujo de Alfredo Erias
Martínez.
Maios en Lourenzá (Lugo) en 2009.
Foto: Concello de
Lourenzá.
Carro
del Folión de Chantada en los años 30. Foto del archivo ALFREDO
PARDO en La Voz de Galicia.
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