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El ciego de la zanfoña y su criado (ca. 1904-08). Foto en El Almanaque Gallego para 1911, Manuel Castro, Buenos Aires, 1910, p. 156. Para algunos se trata del Cego de Padrenda (Meaño), Eugenio R. Padín García (1853-1939), y la fotografía es probablemente obra del pontevedrés Lorenzo Novás, discípulo de Francisco Zagala (cf. versión de la RABASF).

 

 

 

El denominado Cego de Mazaricos [5].

 

 

 

Ciega violinista con maltrana en una romería de A Escravitude (Padrón). Foto de Peresantos publicada en la revista gráfica madrileña Estampa, año V, nº 243 (03/09/1932), p. 25.

 

 

O Cego de Padrenda tocando la gaita en el jardín de la casa de A Torre de O Grove (foto en Vida Gallega, año I, nº 9 (1909), p. 32).

 

 

Bonifacio de Lucas, ciego de Villamartín de Don Sancho (Palencia) que recorrió el Camino de Santiago en 1928 tocando la zanfoña y acompañado por su lazarillo. Foto en el patio de San Marcos del Hospital Real de Compostela publicada en la revista Vida Gallega, nº 374 (1928), p. 18. Se trata del último ciego peregrino documentado, y la que probablemente fue su zanfoña todavía se conserva en la Fundación Eugenio Fontaneda.

 

 

 

 

Galanteo de mozo e moza (Ocios poéticos del Illmo. Sr. Dn. Benito Gerónimo Feijoo, ms. ca. 1750, Biblioteca de la familia Millán)

 

 

Cantares de ciego

 

   Son numerosas las noticias, durante los siglos XIX y XX, de las actuaciones en Galicia de ciegos zanfonistas o violinistas que recorrían pueblos y aldeas con sus lazarillos recitando-cantando coplas y romances que vendían impresos (pliegos de cordel). Hay también pruebas abundantes de que sus actuaciones no eran simplemente musicales sino que tenían características parateatrales, ya que frecuentemente incluían diálogos entre el ciego y su lazarillo-criado, y se utilizaban en ellas títeres, animales adiestrados para el baile (generalmente perros) e imágenes de apoyo; grandes cartelones pintados con vivos colores en los que el criado señalaba al público la escena correspondiente siguiendo el desarrollo del relato que su maestro cantaba o recitaba [1].

  Según algunos autores estos carteles se denominaban en Galicia maltranas. La voz maltrana aparece, en efecto, recogida en tres diccionarios gallegos del siglo XX (cf. y ), y la variante maltraña la utilizan Xosé L. Rivas Cruz y Baldomero Iglesias Dobarrio en sus Cantos, coplas e romances de cego. Sin embargo, ninguna de ellas aparece documentada en el Tesouro Informatizado da Lingua Galega del ILGA, ni en los diccionarios portugueses o los vocabularios trasmontanos, y probablemente se trata de una confusión con referencia a un cartelón en el que se representaba la historia de La fiera maltrana; bestia que supuestamente había protagonizado raptos de niños en Alicante a finales del siglo XIX cuyo relato circuló impreso en pliegos de cordel [2]. La historia fue conocida en Galicia y desde 1886 hasta 1910 aparecen esporádicamente en la prensa gallega referencias a "la fiera Maltrana", de modo que parece razonable suponer que la comparsa coruñesa "que representaba la Maltrana", premiada por el Círculo de Artesanos en el concurso trajes del baile de la Candelaria de 1886 se inspirase en el relato de los sucesos de Alicante (cf. La Voz de Galicia (04/02/1886), p. 3). En 1901 Galo Salinas (firmando con el pseudónimo Janiño) menciona en uno de sus paliques unas "copras d'esas que andan por ahí vendendo os cegos da Maltrana" (cf. Revista gallega : semanario de literatura e intereses regionales, año VII, nº 342 (06/10/1901), p. 5). Sin embargo, en el palique de Salinas la palabra Maltrana aparece escrita con mayúscula por lo cual parece probable que se refiera a la fiera y no a la pancarta, y que quizá este sea el origen de la definición maltrana en el diccionario de D. Eladio Rodríguez, al cual siguen los otros dos arriba mencionados.

  Cada viñeta de los cartelones solía dibujar una escena del relato y debajo un texto que la resumía, como en los pliegos impresos que los ciegos vendían en las ferias y fiestas en las que hacían sus perfomances. Los temas de estas representaciones eran frecuentemente sucesos de actualidad, especialmente crímenes, amores desgraciados, adulterios y catástrofes, relatados en tono sensacionalista. También se cantaban-representaban romances tradicionales, o Milagros de santos y de la Virgen, y los ciegos que utilizaban marionetas solían tener personajes propios (Cristobal y Rosita, Pepita y Juanito…) [3], conocidos por el público y protagonistas de historias variadas, generalmente de carácter cómico y con abundantes peleas. Numerosos testimonios prueban que las coplas las cantaban los ciegos ante auditorios de todos los estamentos sociales, desde labregos y artesanos hasta letrados y curas, que utilizaban las historias en sus sermones como casos ejemplarizantes; y ecos de sus temas y de la técnica narrativa de sus espectáculos pueden encontrarse en el teatro culto: por ejemplo en el esperpento de Valle-Inclán Los cuernos de don Friolera (1921), o en el cuento El crimen de Medinica que Valle incluye en su obra La pipa de Kif (1919).

  El maestro de Berres (A Estrada-PO), Manuel García Barros, recordando los años de su niñez, describe sus actuaciones y el carácter truculento de las imágenes utilizadas, en la novela Aventuras de Alberte Quiñoi (ca. 1949):

 ...á outra banda, arrimado escontra unha parede, baixo dun cartelón con pinturas arrepiantes, cantaba un cego, serrando no seu violín. Un pequeno, que debía ser o criado, acompañábao no canto, lendo ... no cartelón... os cadros refrentes a eispricazón. Eran cinco: no primeiro vía-se un rapás de mala traza pedindo-lle a seus pais dúas pesetas; no segundo vía-se ós pais na cama i-o fillo 'desnaturalizado' serrando-lles o pescozo... No seguinte, iba o criminal no meio de dous gardas cevís atado cunha corda, que collía cada garda por seu estremo. E no último, que era o máis ancho, estaba o interfeuto colgado na forca cunha coarta de língoa fóra, i ó pé, formados e tesos, os dous gardas cevís tendo conta de que non fuxise. O cego tremiñaba ofrecendo por dous cartos a copra...

  Se ha supuesto que estos ciegos zanfonistas y violinistas, documentados en Galicia hasta los años 70 del siglo XX y en otros lugares de España hasta poco antes, sean los sucesores de los juglares medievales, y parece posible puesto que según algunos testimonios ya en el siglo XIV en Francia los ciegos zanfonistas recitaban las Canciones de Gesta. Así lo afirma en 1372 Jean Corbechon en su traducción al francés del tratado De proprietatibus rerum de Bartolomeo Ánglico:

"On appelle en France cymphonie un instrument dont les avugles jouent en chantant les chançons de geste et a cest instrument bien doulx son et plaisant a oyr se ce ne fust pour l’estat de ceulx qui en jouent".

  Por otra parte, parece que a lo largo de la Edad Moderna los ciegos sustituyeron a los juglares en algunas de sus funciones, por ejemplo en su actividad en el Camino de Santiago. Blas Nasarre así lo afirma en 1749: "Los peregrinos en cuadrillas (...), representaban al vivo los misterios de la Religión y las historias sagradas, de cuya costumbre quedaron las oraciones de ciegos y los autos que llaman sacramentales, (...) aun permanecen en Galicia y en algunos monasterios usos y prácticas que lo prueban".

  En Galicia  Bernardo Barreiro se refiere a ellos en 1885 calificándolos como juglares degenerados y vendedores no solo de coplas sino también de falsas recetas para curar enfermedades:

"...el ciego, juglar degenerado de nuestros tiempos, enhiesto el estandarte que representa los crímenes y los milagros más estólidos, pregona y vende entre sus coplas [un] detestable 'Libro de recetas para curar toda clase de enfermedades'...”

  Sin embargo, no hay registros documentales que prueben de manera directa la relación entre los juglares medievales y las perfomances de los ciegos, ya que las noticias más antiguas que tenemos en Galicia de ciegos zanfonistas solo se remontan al siglo XVII, y en ellas no hay alusiones a actuaciones que transciendan la interpretación puramente musical. El documento gallego más antiguo que conozco, publicado por P. Pérez Costanti, es un contrato de deprendis y concierto (1662) en el que un çiego de la zona de Betanzos, Pedro de Coyro, acuerda con el padre de un joven, también ciego, instruirle durante tres años para deprender a tocar o ystrumento de sanfonia, habilidad que en esa época era probablemente una de las pocas salidas profesionales para un invidente [4].

  Hay también una noticia de 1592 que prueba la existencia en Galicia de músicos que recitaban-cantaban romances viejos y sucesos de actualidad, aunque en él no se dice que se tratase de ciegos. El testimonio es del jesuita P. Diego García Rengifo, nacido en Ávila pero educado en Monterrei y gallego de adopción, ya que vivió en Galicia 42 años y en Monterrei escribió su Arte poética:

¿Quién no ha experimentado en si los afectos que se despiertan en el corazón cuando oye cantar algunos de los romances viejos que andan de los zamoranos, o de otros casos lastimosos? Arte poética española..., Salamanca, Miguel Serrano Vargas, 1592, p. 9.

  Los ciegos copleros están abundantemente documentados desde el siglo XIX cantando-recitando con sus zanfoñas en las fiestas del Apóstol y a lo largo de las localidades del Camino (véanse, entre otros, los testimonios de los hermanos Tafall y los recogidos por Pedro Echevarría en su Cancionero de los peregrinos de Santiago). También actuaban en las romerías, ferias y fiestas patronales, en ocasiones contratados por las cofradías que las organizaban como consta que sucedía en la segunda mitad del siglo XVIII en San Roque de Forzáns (Pontecaldelas), o en las fiestas de San Roque de Ferrol de la década de 1820. Ya en el siglo XIX sabemos que a las romerías importantes acudían numerosos ciegos con sus lazarillos, y que los invidentes tenían una jerga gremial para comunicarse entre ellos, como el barrallete de los canteiros o las xirias de otros grupos profesionales.

  Hay, pues, abuntantes indicios de una actividad parateatral por parte de ciegos músicos, generalmente zanfonistas, que si bien no es exclusiva de Galicia parece que estuvo especialmente relacionada con la peregrinación a Compostela y que, al menos en el siglo XIX, la interpretación con títeres era considerada propia de ciegos gallegos, o asturianos y zamorano-leoneses, los cuales debieron de hacer incursiones en Castilla, ya que así parecen probarlo testimonios iconográficos como el cuadro de Leonardo Alenza titulado El gallego de los curritos (Museo del Prado, ca. 1835, véase foto).

  El arte prueba también la transformación de la zanfoña de un instrumento asociado con el canto litúrgico (el organistrum medieval, surgido probablemente como apoyo para la afinación vocal en el canto gregoriano), en lyra mendicorum, es decir, en un instrumento musical propio de músicos ambulantes que vivían de las limosnas o voluntades que el público les daba por sus actuaciones. Parece que fue a finales del siglo XV cuando las zanfoñas, debido a su timbre agudo y al sonido repetitivo de sus bordones, fueron rechazadas como instrumentos cultos y empezaron a asociarse con la música de las gentes de condición humilde y las actuaciones festivas de los ciegos copleros. Es cierto que desde finales del XVII, y a lo largo de todo el siglo XVIII, hubo, en Francia, un revival de la zanfoña como instrumento noble, con carácter popularizante y frecuentemente considerado como propio de mujeres, pero desde principios del XIX su asociación con los ciegos copleros la convirtió en el artefacto musical por excelencia de los músicos ambulantes. En Galicia, en el siglo XVII (ca. 1681) tenemos pruebas de que se seguía utilizando la zanfoña en las fiestas litúrgicas de la catedral de Santiago de Compostela ya que el peregrino italiano Domenico Laffi en su Viaggio in Ponente a' San Giacomo di Galitia... describe una procesión de la Virgen y Santa Isabel, con coros de jóvenes bailando y tocando tamboriles, castañuelas y zanfoñas, tanto en el recorrido urbano como en el interior del templo.

  En el caso gallego, el organistrum aparece mencionado en el Códice Calixtino como rota británica o gala, y en el arte medieval lo encontramos en varias ocasiones desde finales del siglo XII (iglesia de Portomarín, Pórtico de la Gloria, ménsula del denominado Palacio de Gelmírez…), pero como zanfoña en manos de un ciego haciendo una perfomance, el primer caso que conozco es el de una miniatura del primer cuarto del siglo XIX en un Cantoral conservado en el convento femenino compostelano de San Paio de Antealtares (1818, véase foto) [5]. José Luís do Pico Orjais, planteó la hipótesis de que algunos capiteles románicos gallegos con escenas juglarescas como el de San Pedro de Trasalba en Amoeiro-OU (cf. Foto), podrían ser representaciones de ciegos músicos con lazarillo y perro, algo que quizá sea demasiado aventurado ya que tañen fídulas y relacionarlos con los ciegos zanfonistas y violinistas posteriores creo que puede ser excesivo, si bien las fídulas de arco tienen, como el organistrum, cierta relación genética con las zanfoñas y los violines.

***

  Por lo que se refiere a los textos empleados por los ciegos en sus actuaciones y los pliegos de cordel impresos en los que se distribuían, muestras de una literatura popular con importantes rasgos de oralidad, nada se conserva en Galicia anterior al siglo XIX, y resulta extraño ya que en el siglo XVIII la literatura de cordel inundaba los mercados castellanos y portugueses [6]. Hay quien ha considerado que la versión gallega del romance de Xirineldo o Gerineldo "recogido" por Manuel Murguía sería un romance de ciego, pero en la actualidad se piensa que, como el Romance de Don Gaiferos, se trata de una creación del propio Murguía, si bien en el caso del Xirineldo partiendo de una base tradicional.

  Sin embargo, hay algún texto en gallego del siglo XVIII como el Galanteo de mozo e moza (Ms. ca. 1750) que, teniendo en cuenta la abundante presencia en él de deícticos, parece claro que fue escrito para ser recitado en público como monólogo, y su temática, versificación, título, ambientación festiva y extensión llevan a pensar que podría tener relación con los romances de ciego .

  Tenemos también un testimonio gallego del siglo XVII que se refiere a las Relaciones impresas que vendían los ciegos, no está claro si en Galicia o, con mayor probabilidad, en Madrid. En el Bayle de los gallegos de 1659 , uno de los danzantes se congratula de que las victorias del ejército gallego en la Guerra de Portugal (1640-1668) hubiesen quedado reflejadas en los pliegos de cordel:

Ay! que es gran gusto oír a los ciegos,
vender Relaciones de nombres gallegos.

 

  Los folkloristas gallegos de las primeras décadas del siglo XX fueron casi unánimes en considerar a la literatura transmitida por los ciegos como la más genuinamente popular, cuando en realidad la literatura de cordel difundida por ellos era casi toda en castellano y procedente de autores e imprentas urbanos aunque producida pensando en un público popular. José Luís Forneiro ha destacado que: "...en Galicia, los ciegos han sido, junto a la Iglesia, los principales actores de la castellanización cultural y lingüística de las clases populares gallegas durante siglos, sin embargo, la consideración de los ciegos como los herederos de los juglares medievales es la causa de que desde algunas instancias culturales nacionalistas se les siga teniendo como los grandes conservadores de la tradición gallega a pesar de que su cancionero popular está formado de manera mayoritaria por composiciones en castellano".

  En los primeros años del siglo XX, el escultor Isidoro Brocos, documentándose para su obra El ciego de los monifates, recogió algunos textos y partituras (cf. la página dedicada a los títeres). Brocos afirma haberlos visto en su niñez en Santiago, y de su correspondencia con Andrés Martínez Salazar se deduce que a finales del siglo XIX todavía existían ciegos zanfonistas en la zona de Sarria, Arzúa, Monterroso, Chantada y Palas de Rei. Algunas fotografías como las denominadas del Cego de Mazaricos [7] o la del Cego de Padrenda publicada por Manuel Castro López en El Almanaque Gallego para 1911 prueban también su pervivencia en otras zonas del país hasta principios del siglo XX, época en la que la zanfoña y las marionetas estaban desapareciendo aunque continuaban las actuaciones de ciegas y ciegos músicos, la mayoría violinistas, en las ferias y fiestas de Galicia (A Pachacha de Mondoñedo, la ciega de Miranda y la ciega de Covelo, el ciego de Viloalle (Bartolo das Aceas), el de Padrenda/O Grove, el de A Gándara, el de Carrio, etc.), siendo uno de los últimos, y el único del que se conservan grabaciones, Florencio López Fernández (O cego dos Vilares, 1914-1986). Todos ellos eran copleros que seguían vendiendo pliegos de cordel y cantando/recitando romances y sucesos como el famoso Crime de Catoira o los asesinatos del Sacaúntos de Allariz , generalmente con la ayuda y acompañamiento de un criado-lazarillo y en ocasiones con el apoyo de una maltrana (cf. la fotografía de una ciega tocando el violín y relatando un "Horroroso crimen" en la romería del santuario de A Escravitude).

    Algunos de estos ciegos seguían utilizando la zanfoña en sus actuaciones a principios del siglo XX (así lo afirma Lois Carré Alvarellos recordando su niñez), y se ha dicho que también lo hacía el famoso Cego de Padrenda (Meaño), Eugenio Romualdo Padín García (1853-1939), del cual conservamos varias fotografías tocando la gaita y un retrato pintado por Castelao (tocando una concertina en Cambados en 1910, Museo de Pontevedra). Eugenio quedó ciego en su juventud a causa de la viruela y era un gran instrumentista que tocaba el violín y el acordeón. Apreciado tanto en las tabernas como en los ambientes burgueses, actuó en el Casino de Pontevedra y a finales del siglo XIX y en las dos primeras décadas del siglo XX pasaba los veranos en O Grove actuando para los veraneantes del Gran Hotel de A Toxa a los cuales, según relata en 1917 Jaime Solá Mestre en su novela Anduriña y en algunos artículos de la revista Vida Gallega, encandilaba con sus coplas, con canciones como la titulada O Xan Pirulé y, especialmente, con el romance tradicional de Las tres comadres que él recitaba adornado con estribillos de doble sentido cuyos versos, a los que denominaba champirolé barballoado, ruborizaban a las turistas y le proporcionaban cuantiosas propinas que invirtió comprando tierras en su localidad natal. Algunos lo identifican con el ciego con lazarillo que aparece en fotografías de principios del siglo XIX obra de Francisco Zagala y/o de sus discípulos (una de ellas publicada en El Almanaque Gallego para 1911), y el ayuntamiento de Meaño le dedicó en 2013 un monumento con un relieve del escultor Lucas Míguez inspirado en ellas, pero ninguno de los testimonios de sus contemporáneos lo presentan como zanfonista, y Roberto Blanco Torres, que tuvo trato con él, como Solá, Castelao o Ramón Cabanillas, dice que era gaiteiro y que tocaba el violín y el violón, pero sin mencionar la zanfoña (cf. Céltiga, Buenos Aires, año II, nº 9 (1925), p. 37).

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[1] Estos carteles de ciegos están documentados en grabados y pinturas desde el siglo XIX, y se conserva alguno gallego de esa época (cf. Foto), pero sin duda existieron desde bastante antes y consta que pervivieron hasta el siglo XX (cf. Foto de ca. 1932). Varios autores como Vicente Risco o Silvio Santiago mencionan la existencia de ciegos con carteles en las ferias gallegas de la primera mitad del siglo, en 1929 tenemos una fotografía de unos "ciegos" con un cartelón pintado en el carnaval de Betanzos, y todavía en los años 50-60 en el carnaval de A Coruña salía la comparsa de Manuel García Canzobre, con sus coplas y sus pancartas en las que se explicaban con dibujos, como en los antiguos carteles de los ciegos ambulantes, los temas de actualidad que los músicos satirizaban en sus coplas (cf. Foto).

[2] Cf. La fiera Maltrana : Caso notable y espantoso que sucedió en la ciudad de Alicante con un animal nunca visto..., Imprenta Universal / Imprenta de Francisco Hernández, Madrid, s.a. Agradezco a Anxo García Fernández, fundador de Viravolta títeres y del Museo Galego da Marioneta de Lalín, haberme señalado la existencia de la fiera Maltrana, mencionada por Julio Caro Baroja en su Ensayo sobre la Literatura de Cordel (Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1969, pp. 145-147), así como la posible relación con la maltrana-pancarta.

[3] El personaje de Cristóbal, en gallego Cristovo o Cristobo, aparece en el siglo XVIII en las representaciones de titiriteros italianos y acabó por dar nombre a todo el espectáculo, de manera que en muchos lugares de Galicia era habitual referirse a los títeres como os cristovos /cristobitos. Adolfo Ayuso supone que el nombre de Cristóbal podría haber sido el de un marionetista especializado en el manejo de este títere, asociado en origen a las representaciones de la historia de Polichinela, personaje grotesco de la Commedia dell'Arte italiana.

[4] PÉREZ COSTANTI, Pablo, Notas viejas Galicianas, Imprenta de los Sindicatos Católicos, Vigo, 1925-27 (3 vols.), vol. 1, p. 265 [reed. 1993, p. 133]. El documento se conserva en el Archivo Notarial de A Coruña (protocolos del escribano Francisco Fernández de Neira, nº 437, fol. 51). El ciego Pedro de Coiro, vecino de Santa Cruz de Mondoi, ha dejado más huellas en la documentación gallega: en 1660 fue herido de bala en la cabeza en la fiesta de San Martín de Tiobre por el labrador Andrés de Quintiá (Archivo Notarial de A Coruña, protocolos del escribano Domingo Díaz Hermida, nº 310, fol. 15), y en 1664 consta que autorizó a su hijo Juan García de Coiro a casarse con María de Castro, vecina de Betanzos (Archivo Notarial de A Coruña, protocolos del escribano Francisco Fernández de Neira, nº 440, fol. 22). Cf. Nuñéz-Varela Lendoiro.

[5] El denominado Cantoral de Antealtares procede del monasterio compostelano de San Martín Pinario, y el autor de sus miniaturas fue el asturiano de Cecos (Ibias), Fr. Juan José Albuerne, que profesó como benedictino en Santiago y fue cura de Dozón. No es del siglo XVIII, como suele afirmarse, sino de 1818 como se indica en el primer folio del códice: SE HIZO ESTE LIBRO DE MISSAS SOLEMNES PARA EL CORO DE S. MARTIN DE SANTIAGO POR EL P. F. JUAN ALBUERNE, HIJO DE DHO MONASTERIO, SIENDO ABAD SU P. DE HABITO EL P. M. F. YSIDORO VRRIA. AÑO 1818.

[6] Una importante colección de más de 2000 pliegos sueltos españoles puede consultarse digitalizada en la Cambridge Digital Library, y otra, con más de 6000 ejemplares, en la biblioteca de la Fundación Joaquín Díaz. Para el caso gallego, la mejor colección (solo de pliegos del siglo XX) es la que Alberto Bouzón heredó de su abuelo, en la actualidad digitalizada en el marco del Proxecto Ronsel.

[7] Conservados los originales en el Museo de Pontevedra, una de las fotografías apareció publicada en 1928 en la Geografía General del Reino de Galicia dirigida por F. Carreras Candí con el pie de foto: Mazaricos. Zanfonero, y con la misma atribución geográfica se publicó en el Cancionero musical de Galicia de Casto Sampedro y Folgar, en el cual se recogían algunas partituras de cantos de ciego compostelanos. Tradicionalmente las fotos se consideraban obras de la década de 1880 (ca. 1885) y de la autoría del verinés afincado en Pontevedra Francisco Zagala (alguna de ellas reutilizada y publicada más tarde por su discípulo Joaquín Pintos), aunque José M. Pidre Novás y Pablo Quintana López, basándose en las notas manuscritas que aparecen en el reverso de algunas copias, afirman que son de 1924 y obra del fotógrafo pontevedrés Lorenzo Novás Rarís (también discípulo de Zagala), siendo según ellos el músico representado Anselmo Antonio Varela Peretes, natural de Chamosa (Forcarei) y uno de los últimos ciegos zanfonistas de Pontevedra.

 

 

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Pliego de cordel de La Fiera Maltrana (Madrid, ¿ca. 1885?)

 

 

 

 

Leonardo Alenza El gallego de los curritos (Museo del Prado, ca. 1835)

 

 

 

 

 

 

Cantoral de Antealtares (1818), procedente de S. Martín Pinario (fol. 172, infra)

 

 

 

 

 

 

 

 

Capitel de S. Pedro de Trasalba (1200 ca.)

 

 

 

 

 

 

 

La guerra del Rif relatada en 1909 con ayuda de una maltrana en el barrio madrileño de Lavapiés. Foto de Vilaseca en Nuevo Mundo (03/02/1910)

 

 

 

 

Comparsa en el carnaval de Betanzos de 1929 parodiando la actuación de un ciego con su maltrana (Foto Fersal en Núñez-Varela Lendoiro 1985).

 

 

 

Comparsa de Manuel G. Canzobre con la pancarta en el Carnaval de A Coruña de 1957 (Foto: Alberto Martí Villardefrancos).

 

 

 

 

 

Maltrana de un ciego gallego del siglo XIX (150 x 175 cm.), con 13 viñetas al óleo sobre lienzo. Procedente de la zona de Láncara (Lugo), relata la Nueva historia, o sea el suicidio de dos enamorados, muerte que dieron a los padres de Sofía suicidándose después los amantes.

Foto publicada por Pablo QUINTANA LÓPEZ, “Achegas ao coñecemento da zanfona e os cegos na música popular”, en: Fol de Veleno, nº 4 (2014), p. 81.

 

     

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