Portada de
una edición portuguesa del Testamento del Gallo cuyo texto se
sigue representando en el norte de Portugal (Francelos - Vila de Prado).
Corrida do
galo en Ansemar (Castro de Rei, años 60). Foto de Bernardino
Barreiro
[1] En
Galicia, en la actualidad la mayoría de las corridas se limitan a la
persecución de los polllos por parte de los niños que intentan
atraparlos para quedárselos como premio (Cobres, Borneiro, Toutón...) y
ya no se los apedrea o se los persigue a naranjazos como se hacía
tradicionalmente. Por lo que respecta a las decapitaciones,
prácticamente han desaparecido, aunque en A Mezquita y A Gudiña (OU) se
siguen haciendo burlando las prohibiciones, aunque ya no a caballo y no
en el Carnaval sino en el contexto de las Festas de Reis.
Decapitación
de gallos en la Festa de Reis de A Mezquita
Salvaje en el
retablo de la capilla del arcediano Pedro de Ben (Santiago de Betanzos,
s. XVI) |
Teatro de Carnaval*
En
relación con las fiestas medievales de inversión de las jerarquías hay
que poner las celebraciones carnavalescas, una de las mejores
expresiones de una visión del mundo que concibe el bien y el mal no como
consecuencia de las acciones personales sino como preexistentes a estas
acciones. El Carnaval medieval no hay que entenderlo como una
alternativa a las prácticas religiosas eclesiásticas, ya que participa de sus
mismos límites sagrados y se concibe como una inversión de los valores
de la liturgia oficial. Las liturgias de borrachos, de jugadores o del
dinero que parodian el ritual de los oficios divinos no son sino
coherentes ritos de inversión que sirven para reforzar la dualidad del
pensamiento medieval
.
El Carnaval encuentra su verdadero
sentido en la división litúrgica del año cristiano y no puede ser
entendido sin la Cuaresma. La misma etimología de la palabra, derivada
de la expresión latina Carne vale, es decir los últimos días en
los que estaba permitido comer carne antes de la Cuaresma, nos indica la
relación de la fiesta con el año cristiano y lo mismo sucede con la
denominación Antroido o Entroido (en
gallego) y Antruejo (en castellano), derivadas de la voz latina
Introito que alude a la introducción al tiempo cuaresmal. Como
hemos visto al referirnos al Obispillo y las Fiestas de Locos, los
elementos folklóricos y los clericales se encuentran integrados en las
fiestas litúrgicas y no son en absoluto contradictorios.
En la Edad Media y el
Renacimiento, es evidente en muchos países la existencia de una conexión
entre carnaval y teatro. En Francia, farces y sotties se
representaban en carnaval y obras como el Jeu de la Feuille de
Adam de la Halle hay que interpretarlas también dentro de la tradición
carnavalesca. En Alemania el género carnavalesco (Fastnachtspielen)
está abundantemente representado y también en Italia los textos
proliferan en la segunda mitad del XVI siendo muy característicos los
Testamenti di Don Carnale.
En la Península, por el
contrario, a pesar de las extraordinarias posibilidades dramáticas de
las Carnestolendas, los textos conservados son escasos. El tema del
Combate entre Don Carnal y Doña Cuaresma, muy en boga en la
literatura europea desde el siglo XIII, no fue desconocido y cualquier
lector familiarizado con la literatura castellana medieval recuerda el
impresionante combate del Libro de buen amor (ca. 1343), en el que
el Arcipreste de Hita despliega lo mejor de sus facultades para las
escenas de debate y para la descripción. En el teatro, sin embargo, sólo
contamos con un pálido recuerdo de estos combates en unos versos de la
Égloga de Antruejo de Juan del Encina (ca. 1495, vv. 52-105.) en
los que el dramaturgo, inspirándose quizá en Juan Ruiz pero también en
los festejos populares, se limita a resumir los rasgos más frecuentes de
estas batallas, no tan alegóricas como pudiera parecer ya que se
escenificaban con lanzamiento de productos comestibles en muchos
lugares, Galicia incluida.
En Galicia, nada se ha
conservado de este teatro carnavalesco antiguo, y es extraño ya que está
íntimamente emparentado con el género satírico medieval, con las
cantigas de escarnio o sirventés, tanto en su función subversiva, en el
sentido más estricto de la palabra, como en su intención lúdica y su
comicidad que busca la carcajada del oyente-espectador y se complace en
la sátira social y el realismo obsceno. Sin embargo, es posible
que algunas cantigas gallego-portuguesas del siglo XIII, hoy
desordenadas en los Cancioneiros, fuesen en origen remedos de
escarnio alternante, y Francisco Nodar Manso propuso a finales de los
años 80 del siglo XX la reconstrución hipotética de varias piezas
teatrales juntando diferentes cantigas. Entre ellas hay dos, que
Nodar titula Joán Fernández y ¡Abadesa!, ambas sátiras
obscenas y la segunda también anticlerical, muy próximas a algunas
representaciones de entroido posteriores.
Por otra parte, en la supervivencia actual
de representaciones carnavalescas de carácter popular, y en las noticias
de los siglos XVII-XIX, podemos encontrar algún indicio de la posible
existencia de un teatro de carnaval gallego en la época que nos ocupa. Aunque ni los Entremeses
del Ulla, ni las farsas carnavalescas de
Casa de Naia (Antas de Ulla-LU), Cotobade
(PO) y Xestoso (Monfero-CO) ni
las Corridas y Testamentos do galo (Baleira y Castroverde-LU)
pueden remontarse documentalmente más atrás de finales del siglo XVIII,
para Vicente Risco: Trátase dun verdadeiro teatro popular de orixe medieval, que
se asemella moito ás pezas primitivas de teatro literario que se
conservan.
La afirmación me parece excesiva, pero la
existencia de esas representaciones prueba un aprecio tradicional por
las actividades dramáticas asociadas con el carnaval entre las clases
populares gallegas, tanto en la sociedad urbana (Apropósitos desde
1863 en A Coruña, Betanzos, Ferrol, Lugo, Santiago, Vigo, Pontevedra,
Tui... etc.) como en la campesina (Testamentos
do gato de Vilancosta y Alongos, Xogo das vacas de Barizo… etc.),
y tenemos también alguna noticia de posibles representaciones teatrales durante
el carnaval en las catedrales gallegas desde el siglo XVII [1]. En el ámbito popular son especialmente interesantes, y
abundantes, las farsas y parodias de oficios que
satirizan diferentes profesiones, con preferencia por las extrañas a
las comunidades rurales (sastres, boticarios, médicos…), o las
representaciones burlescas de un parto con abundante sangre y un ave,
gato o monigote que acaba saliendo de la barriga de la preñada o preñado
(Xestoso, Sande…).
Noticias de
representaciones y piezas conservadas
Las piezas conservadas,
casi todas
recientes (las más antiguas de finales del XVIII [2] y la mayoría de la
segunda mitad del siglo XIX o ya del XX), son generalmente muy breves y se redactan en castellano y/o
gallego reflejando la mayoría una situación claramente diglósica en el
uso del idioma. Su intención es declaradamente cómica y muchas veces
adoptan la forma de un sermón o testamento burlesco declamado
casis siempre por un
único actor, o bien se produce una disputa protagonizada por dos
antagonistas, solos o acompañados de un grupo vecinal.
En la zona de Viana do Bolo,
por ejemplo, se formaban durante el Entrudio
comparsas de farsantes que salían de gira por las
aldeas con un director haciendo representaciones que duraban unas dos horas llamadas
disputas (o fuliadas en la zona oeste del concejo). Tenían un guión previo con diferentes papeles en
verso (cobres),
y versos cómicos improvisados (brindes) que se recitaban antes y
después de la disputa, los primeros con requiebros a las mozas y pullas a
los varones, y los segundos orientados a pedir una propina y dirigidos a
curas y vecinos notables. Se conservan algunos cobres en
cuartetos octosilábicos con rima en los versos pares, y también algunos
en versos de arte mayor dodecasílabos. En la actualidad se han
recuperado en algunas parroquias (Caldesiños, Quintela de Pando, etc.) y prepara la
edición de los textos el Grupo de Traballo do Entrudio de Viana.
Las disputas contaban con acompañamiento musical de gaitas
clarinete y percusión, y en ellas intervenían personajes más o
menos fijos como la Señorita o Madama, el Paiaso y
los Esquileiros o vellos de Esquilas (máscaras similares a
los Boteiros actuales de Viana, que son su pervivencia). Además de
los textos se conservan algunas fotografías de sus actuaciones, que
pervivieron hasta la década de 1960 (cf. BASALO BEMBIBRE, Pedro,
“Entre brindes e cobres”, en: Entroido en Galicia : Onde ir, que ver,
O Sil, O Barco de Valdeorras, 2017, p. 68).
Los temas tratados
en ellas eran de guerras y contrabandistas, así como parodias de oficios
(maestros, sastres, costureras, curas...), con alusiones no pocas veces
a los sucesos del año y referencias satíricas a los ricos de la zona y a
las autoridades, además de diálogos picarescos entre los boteiros
y las señoritas. Veamos, a modo de ejemplo, la introducción del
boteiro en una de las representaciones, recogida por J. A. Pinza
García:
Veño
das altas montañas
lixeiriño sen parar
para que un ano máis disfrutemos
diste novo carnaval.
Traigo moitos amigos
de todas as profesións son sabios,
se alguén ten desarreglos
que non deixe de chamalos.
Tamén traigo señoriña
que é unha boa compaña
sempre me bota unha manta
se teño frío na cama.
Ven connosco tamén
un que é xastre e menciñeiro
deixarate espelandrado
e o bolsillo sen diñeiro.
Vestinme de paiaso
cheo de remendos e fíos
merquei as galochas grandes
para que me quiten o frío.
Fun a feira a mercalas,
a feira do trinta e tres,
en vez de sairme ó direito
saíronme do revés.
Xa o lardeiro está ardendo
i la lardeira para ala vai
queira deus que noutro ano
volvamos todos o carnaval.
Similares disputas
existieron en otras localidades ourensanas como Manzaneda (Foliada da
Mourela para acá), Boado y Pidre (Xinzo), Albergaría (A Veiga),
Carracedo da Serra y O Tameirón (A Gudiña), Cualedro, o Vilariño de Conso donde
muchas parroquias tenían su Folión de Entroido que actuaba
durante los días del ciclo de Carnaval con personajes tipo (boteiro,
vellos, paisanos, señorita...), música y representaciones
de oficios con textos previamente ensayados en los fiadeiros.
Como en el caso de Viana el núcleo de las disputas era el diálogo
entre las señoritas y los boteiros que tenían que
conquistarlas con sus requiebros en medio de las pullas de vellos
y paisanos en las que se introducían referencias a sucesos de
actualidad. Estas representaciones de Vilariño sobrevivieron también
hasta los años 60 cuando la emigración y la televisión acabaron con
ellas.
Los representantes
recorrían las aldeas, pidiendo permiso para entrar en ellas, donde a
veces se les esperaba con un escenario improvisado para sus actuaciones
o, por el contrario, se ponía una cuerda en el camino para impedirles y
paso y se disputaba en tono cómico antes de concedérselo, ya que los
folións y fuliadas son en realidad embajadas
músico-carnavalescas que las parroquias se envían unas a otras como
afirmación de la identidad colectiva de cada parroquia y de las buenas
relaciones con las parroquias y aldeas vecinas.
En el caso de Vilariño no se conservan libretos con los textos pero la
memoria popular ha preservado algunos diálogos en castellano recogidos
en la parroquia de Entrecinsa por E. Armada Rodríguez y publicados por X. A. Fidalgo Santamariña:
Boteiro:
Buenos días
señorita bordadora.
Relumbra usted más que el sol
al amanecer la aurora.
Señorita:
Muy
buenos días tenga usted, muy
guasón.
Es usted muy guasón y atrevido
al llamarme la atención.
Boteiro:
Perdóneme usted señorita
Si es que la he ofendido....[3]
A la
misma categoría de disputas pertenecen las Mascaradas de Xenerais
de la zona del Ulla (Vila de Cruces, Silleda, A Estrada, Vedra,
Padrón) a las que algunos han
calificado, creo que excesivamente, de Autos teatrales o de
Entremeses. Consisten estas en
diálogos en verso, generalmente en castrapo aunque hay textos en castellano y
gallego más o menos correctos, entre dos grupos de Xenerais
representantes de diferentes parroquias que, montando caballos ricamente
enjaezados, se encuentran (atranco) en un cruce de caminos
después de enviarse embajadas (correos o lanceros). El
vestuario que emplean es variopinto con reminiscencias napoleónicas
(bicornios con plumas, casacas con pechera, charreteras, fajines etc.)
aunque hay testimonios gráficos del uso de uniformes militares de
diversas épocas e incluso de tricornios de la Guardia Civil.
Documentadas históricamente en más de 30 parroquias
persisten algo más de una docena en la actualidad aunque los atrancos tienen lugar
ahora entre los generales y correos de la misma parroquia, quizá para
evitar que la disputa pasase del plano verbal al físico como sabemos que
sucedía frecuentemente a finales del siglo XIX. Aunque estas mascaradas son recientes
–de la primera mitad del siglo XIX como mucho-, y se representan
en el contexto del Carnaval, es posible, según algunos autores como X.
M. González Reboredo, que sean actualizaciones de
antiguas fiestas de Moros y Cristianos,
aunque otros hablan de un origen en los correos de la guerrilla de la
Guerra de la Independencia contra los franceses a principios del siglo
XIX, lo mismo que en el caso de los Felos de Maside, y desde un punto de vista antropológico han sido interpretadas
desde Bouza Brey como reflejo de la peculiar estructura gallega social y
de poblamiento, tratándose de una defensa simbólica de los límites de casa, aldea y
parroquia que se resuelve con la disputa verbal y la paz final.
Xenerais y
correos van acompañados de una
parranda integrada por vellos y otras máscaras formando
una vistosa comitiva que recorre la parroquia haciendo altos ante las
casas para cantar alabanzas de sus habitantes y recibir el óbolo
correspondiente. En los altos se representan parodias de los oficios
–frecuentes como hemos visto en los carnavales gallegos-, terminando
todo con una disputa recitada (regueifa) en la que se mezclan las
alusiones a los sucesos del año y a la actualidad política con querellas vecinales
y
referencias a las guerras carlistas y a los moros (por ejemplo en Touro).
Otro ejemplo de
representaciones teatrales asociadas con el Carnaval lo encontramos en
San Juan de Salcedo (Pobra do Brollón-LU), parroquia en la que se
representaban y se representan obras teatrales compuestas por los
vecinos, actualmente en gallego. Antes se representaban en el Modillón,
la parte alta de la villa, y hoy en un local cubierto acondicionado al
efecto. Los testimonios más antiguos son de principios del siglo XX y
hablan de una temática basada en sucesos locales y acontecimientos
importantes (Guerra de África, proclamación de la II República...), las
piezas más recientes inciden también en los acontecimientos del año y en
la comicidad.
En todos estos casos
las representaciones solo están documentadas desde el siglo XIX y la
cuestión, que no puedo resolver, es si se trata de pervivencias de un
teatro popular antiguo, como sostuvieron Risco y otros, o del reflejo
irónico del teatro carnavalesco urbano de los Apropósitos, lo
cual parece evidente al menos en algunos rasgos de los textos
conservados, como el tono picaresco de Zarzuela de los diálogos entre
boteiros y señoritas.
Testamentos y juicios de
animales
Era también muy
frecuente en el carnaval gallego la lectura-representación de un
testamento en el que un animal lega las diferentes partes de su
cuerpo a
los vecinos de la villa (Testamentos do Burro de Laza, Celanova,
Vilaxoán, A Mezquita, etc.), lo que da lugar a la sátira por el doble sentido
que pueden tener los órganos (en el reparto do boi de Manzaneda,
por ejemplo, los cuernos son siempre recibidos con desagrado por el
adjudicatario). En algunos casos la representación se
complicaba y se escenificaba el juicio del animal antes de su ejecución, el
cual sirve de pretexto para hacer una sátira sobre la
situación de la sociedad campesina (Corridas do galo, Farsas de Touro, Cotobade y Xestoso).
En los juicios es frecuente la intervención de varios
personajes (abogados, fiscales, testigos...), y solían hacerse en un tablado-escenario (denominado torreiro en muchos
lugares), con un rudimentario atrezzo que en la
Matanza do porco de Loxo (Touro-Co) consistía en el animal hecho de paja, con
ruedas y con un petardo dentro de la panza (cf. FRAGUAS FRAGUAS,
Antonio, "Farsas de carnaval en Touro (Coruña)", en: Cuadernos de
Estudios Gallegos, VI, 20 (1951), pp. 431-41).
No cabe negar el calificativo de teatrales
a piezas como La Corrida del Gallo que se representó el martes de
Carnaval en la zona del Ulla en la década de 1940. Su estructura en
siete actos que tienen como eje al testamento del animal y la
articulación en forma de una disputa, un debate en el que el diálogo es
el protagonista, confieren a la pieza un carácter plenamente teatral.
Las cuartetas de la Corrida emplean el gallego y el castellano. El
gallego, con tono burlesco pero cariñoso, aparece en los parlamentos de
los personajes “populares” (el propio gallo y el celador) mientras que
el castellano, solemne, también con cierto matiz de burla, se reserva
para el rey, el abogado defensor, el fiscal y los “padrinos” de los que
el celador se burla por no saber el gallego a pesar de ser letrados.
La Corrida del Ulla desapareció
a finales de los 50, aunque en la década de 1990 se recuperó en Ribadulla (Vedra)
y se volvió a representar algunos años (cf. Foto). En ella un hombre disfrazado de gallo
era
sometido a un juicio, condenado y al final indultado, soltándose un
puñado de gallos de granja para que el público los capturase. El texto
conservado es de la primera mitad del siglo XX pero parece evidente que
se trata de una evolución de las corridas del gallo tradicionales,
consistentes en la persecución del ave o su decapitación mientras está colgada de un cable o
enterrada en el suelo, corridas que tenemos documentadas en otros lugares de
Galicia (algo más de una veintena de casos) y del resto de Europa.
Frecuentemente estas corridas
incluían la persecución del animal, la lectura de su testamento y la
elección de un Rey y/o una Reina de gallos –así lo hacían a
principios del XX los niños de Viana do Bolo según el testimonio de
Nicolás Tenorio-, reyes que eran paseados en carro o a caballo por el pueblo
entre coplas burlescas, presidiendo luego un banquete comunitario en el
que se daba buena cuenta de las aves. Era también habitual que antes de
la decapitación del animal, símbolo de la lujuria y del desenfreno, se
escenificara su juicio, por ejemplo en O Cádavo y Fonteo (Baleira-LU)
o en A Meda y Campo do Val (Lugo) y Mugares (Toén-OU), lugares donde como en la zona del Ulla se celebraba el
proceso con intervención de abogados, fiscal, jueces y alguaciles (de
Meda se conserva un
texto en castellano
de 1948 y hay algunos otros más en castellano y/o
gallego).
Las noticias sobre estas corridas de gallos
con escenificación solo
se remontan al siglo XVIII (1786 en Galicia) pero deben de ser muy anteriores. En el norte
de Europa hay documentación sobre corridas -sin textos- desde el siglo XII
-a veces con patos o gansos- y en Galicia tenemos una primera referencia
en 1478 cuando, de creer al Padre Gándara, Álvaro de Figueroa organizó
en Vigo una fiesta con gaiteros y tamboriles, luminarias y corrida de
gansos, para atraer a tierra a la tripulación de un barco holandés
fondeado en la ría y apresarla como
castigo por haber proporcionado al rebelde Pedro Madruga pólvora y armas
de fuego. En el siglo XVIII debía ser ya algo frecuente, y así el
alguacil mayor de Santiago, D. Andrés de Losada y Sotomayor (1707-1790),
funda en su testamento una escuela de niños en Sobrado dos Monxes,
especificando que el maestro no podría cobrar nada a los alumnos excepto
el bollo de torrezno que era costumbre dar el jueves de comadres para la
corrida del gallo. Los primeros textos hispanos conservados son del siglo XVI (Testamento
del gallo de Cristóbal Bravo, 1590), pero la tradición literaria de
los testamentos de animales se remonta al siglo IV (Testamentum
porcelli mencionado por San Jerónimo y fuente probable del
Testamentum asini, ampliamente difundido en la Europa medieval desde
el siglo XIII).
Mascaradas de invierno
Son también frecuentes
en la Galicia rural otras manifestaciones populares de carnaval en las
que el uso de máscaras y vestuario, y la escenificación de parodias e
imitaciones, hacen que podamos calificarlas si no como teatrales, sí, al
menos, como parateatrales. A diferencia de farsas y entremeses, éstas
parecen tener orígenes muy antiguos lo que de nuevo nos sitúa en un
contexto de teatralidad difundida en la sociedad gallega tradicional
mucho antes de la irrupción en Galicia del teatro castellano a finales
del siglo XVI.
Las
mascaradas de invierno, frecuentes por toda Europa en las zonas
rurales, especialmente en las de montaña, suelen tener una estructura
común: reunión de los mozos, visita a las casas pidiendo donativos y
banquete de confraternización con lo obtenido. En ellas se representan
parodias y bufonadas, en su mayor parte mudas pero en algunos casos,
probablemente más tardíos y evolución de los anteriores, con diálogos
puestos generalmente en boca de un pelele (entroido o lardeiro).
En ellos se alude, en tono cómico, a los sucesos ocurridos durante el
año (fuliadas de la zona de Viana) y todas ellas tienen también
en común el uso de máscaras (generalmente de animales), siendo probable
para algunos autores
que se trate de pervivencias de un teatro popular, independiente,
y quizá anterior, al teatro greco-romano y al litúrgico medieval.
Para algunos se trataría incluso de
pervivencias de máscaras prehistóricas (cigarrones y
peliqueiros de Verín y Laza) lo que puede ser cierto en un plano muy
general –las máscaras, algunas muy similares a las gallegas, están
documentadas en el arte desde la prehistoria-, aunque parece evidente
que los carnavales europeos, y los gallegos no son una excepción,
surgen en la Edad Media y por influencia cristiana aunque hayan podido
incorporar rituales antiguos (folklore Neolítico, Saturnalia
romanas...) que conservaron parcialmente su
significado.
Por lo que respecta al carácter teatral de
estas máscaras y parodias, es sintomático que en algunos lugares como Cotobade (Pontevedra) a las máscaras de carnaval se las conozca como
momadas, lo que permite establecer una relación con los
momos medievales, representaciones cortesanas que tenemos
abundantemente documentadas en Castilla y Portugal. Del mismo modo, la
denominación de entremeses que se daba tradicionalmente en
algunos lugares de Galicia (Oimbra, Cualedro...) a las parodias carnavalescas, puede
ser síntoma de la antigua existencia de representaciones teatrales.
Las máscaras gallegas, lo mismo
que las pieles y corozas que cubren a los enmascarados y los cencerros y
chocas que suelen llevar, cuentan con amplios paralelos por toda Europa
al menos
desde la Edad Media. Los volantes de Chantada, las pantallas
de Xinzo da Limia, los peliqueiros y cigarrones de Laza y
Verín,
los felos de Maceda y otros muchos choqueiros extendidos
por toda Galicia son así mismo frecuentes en Zamora, Asturias, la zona
pirenaica, Suiza, Alemania etc., contando también con precedentes
griegos y romanos.
La mayoría tienen como
característica común los privilegios que les permiten agredir a hombres
y mujeres, tomar objetos de las tiendas, demandar vino y comida a los
habitantes del lugar y arrojar sobre los presentes harina con hormigas,
agua sucia, excrementos… etc. Pieles y cencerros relacionan a las
máscaras tradicionales de Entroido con el mundo animal –también
el hecho de que muchas tengan prohibido hablar-, lo que ha llevado a
considerarlas como pervivencias de antiguos ritos interpretándolas como
espíritus de animales que surgen de la tierra para garantizar la
fertilidad y expulsar con su estruendo a los malos espíritus, espantar
el invierno y dar paso a la primavera.
En este
sentido hay quizá que considerar a la mula de Viana do Bolo y Castro Caldelas,
la morena de Laza, la fera de Moaña y las máscaras de oso
y otros animales que existieron en las zonas de Chantada, Manzaneda y
Pedrafita y todavía perviven en algunos lugares.
Danzas y pantomimas del
Oso
Las máscaras de oso y los
hombres-oso son un elemento recurrente y de gran potencia en el folklore
medieval europeo. Por toda Europa tenemos noticias de danzas
dramatizadas en las que el mamífero es representado por un hombre
disfrazado con pieles y máscara de oso que es cazado y encadenado por
los humanos. Todavía se conserva una de estas danzas en Vallespir
(Prats-de-Molló, Rosellón) y hasta hace pocos años sobrevivieron varias
más en el contexto del carnaval (Arles-sur-Tech, zona pirenaica
francesa).
En Galicia tenemos
noticias de una Danza del Oso en Betanzos (A Coruña) que pervivió
hasta 1914, y todavía siguen saliendo máscaras de oso en Salcedo (Pobra
do Brollón, Lugo) y Sande (Cartelle, Ourense), y hay noticias de su
existencia pasada en San Pedro de Moreiras (Toén, Ourense) y en la zona
de Pedrafita (Lugo). En
todos los
casos los disfraces se confeccionan con pieles de oveja, lo mismo que el
de O Bicho del carnaval de Viana do Bolo que solo se distinguía de
los anteriores en la máscara.
Para muchos
folkloristas estas danzas del oso representadas en los meses de Enero y
Febrero
serían pervivencias de un antiguo mito, un rito de deshibernación de
origen prehistórico. Es posible, pero sólo se conserva documentación
sobre ellas desde la época medieval. Ya en el siglo IX el arzobispo Hincmar de Reims
condena ciertos “vergonzosos juegos con osos” (turpia joca cum urso)
y las “danzarinas” y “máscaras demoníacas” que en ellos se utilizaban (vel
tornatricibus ante se facere permittat nec larvas daemonum qua vulgo
talamascas dicunt), lo que prueba que no se trataba simplemente de
osos bailarines sino de espectáculos más desarrollados que muchos
autores no han
dudado en considerar verdaderos dramas clasificables dentro del teatro
carnavalesco. El tema de la caza del oso es también habitual en los
romances de caballerías (Valentin et Ourson) que en ocasiones
dieron lugar a representaciones populares, como la catalana de
Rosaura de l’Os que se escenificaba anualmente el día 24 de Febrero,
al menos desde 1444, y pasaron al teatro culto posterior (Ursón y
Valentín de Lope de Vega).
El oso se relaciona con el
Salvaje
y es un motivo muy extendido en el folklore europeo el mito de la mujer
raptada por un salvaje o un oso con el que concibe un hijo. Desde la
Edad Media, los cortejos de carnaval contaban frecuentemente con un
grupo de hombres o mujeres salvajes y muchos perviven en la actualidad.
Todavía hoy en el carnaval de Basilea (Suiza), vivido casi como una
fiesta litúrgica, salen cortejos de hombres salvajes enmascarados y es
probable que las corrozadas de Zamora y muchas
máscaras gallegas y portuguesas tengan el mismo origen, al igual que otras mascaradas
de invierno como la
Vijanera cántabra, que tenía lugar durante
el día de fin de año con hombres disfrazados con pieles de animales y
cencerros (denominados zarramancos) corriendo alocadamente y peleándose.
Documentada en los valles de Iguña, Anievas, Toranzo, Cieza, Luena y
Cinco Villas, en la actualidad pervive en Silió.
Los datos de los siglos XVI-XVIII indican que estas mascaradas deben de ser una costumbre
antigua y arraigada, aunque para algunos folcloristas, como Hermann Bausinger, en
su forma actual tienen un origen cortesano siendo el resultado de la
contaminación de los salvajes literarios y de los momos palaciegos con
los orcos y mayos de la mitología popular. La cronología de los
testimonios conservados así parece indicarlo, pero esto puede deberse a
la escasez de registros sobre las fiestas populares no cristianas que
normalmente conocemos solamente por disposiciones condenatorias. En el
caso peninsular destaca la noticia del Poenitentiale Vigilianum o
Albeldense (siglos VIII / X), en el que aparece una referencia a personas
que se disfrazaban e imitaban a estos seres míticos: Qui
in saltatione femineum habitum gestiunt et monstruose fingunt et
maias et arcum et palam et similia exercent, pecado para el que se
prescribe un año de penitencia.
Máscaras de salvajes y otras de seres
peludos o cubiertos de hojas y ramas están documentadas en las
Entradas
Reales, los torneos, las procesiones, y los momos y otras fiestas
cortesanas además de, por supuesto, en el arte, medio en el que
frecuentemente las representaciones muestran claros indicios de estar
inspiradas en los salvajes y cachimorros reales que salían a las calles
de aldeas y ciudades, ya que han perdido sus características naturales
y parecen claramente hombres disfrazados con tipos caricaturescos y
vestido lanudo que deja al descubierto manos y pies en una difícil
transición (véanse, por ejemplo los de la sillería de coro de Xunqueira
de Ambía (Ourense), o cuelgan de sus cinturones los cascabeles que los
relacionan inequívocamente con las máscaras (Capilla de los Vélez en
la catedral de Murcia).
Además de su presencia en carnavales
y mojigangas, estos salvajes disfrazados fueron muy frecuentes en las
procesiones del Corpus, contexto en el que los tenemos documentados en
Galicia en el siglo XVI. En Santiago de Compostela en 1565 el
ayuntamiento dispuso, como hemos visto, una ordenación de las danzas
gremiales del Corpus y se adjudicó a los armeros la representación de
una dança de salbajes, danza que debía de ser habitual ya que
en 1570 se repite con motivo de la entrada del arzobispo D. Cristóbal
Fernández de Valtodano. También la cofradía de azabacheros, que
representaba la batalla de Clavijo, llevaba en su cortejo dos
cabalynos y salvajes y en otras ciudades gallegas debieron de
existir cortejos de salvajes semejantes ya que en la ordenación
compostelana se dice: ... los armeros y barberos con su danza de una
docena de salvajes y un par de pelas al vso de la procesión de
Pontevedra.
Juicios, testamentos y quemas de Mecos
A la
categoría de espectáculos parateatrales carnavalescos cabe asignar
también las quemas, funerales y entierros, enormemente extendidos por
tierras gallegas, de Mecos, Entroidos, Momos, Lardeiros, Felos y otros
personajes que simbolizan el Carnaval (la Micaela de Buño, el
Ravachol de Pontevedra, el Felipiño de Boiro, Ribeira y
Pobra…). Las noticias que se tienen de estos espectáculos, lo mismo que
las de los hoy más populares y recientes entierros de la sardina, no se
remontan más allá del siglo XIX, pero es posible que sean pervivencias, o
rebrotes, de prácticas anteriores (los testamentos de animales tienen
sin duda abolengo medieval) y, en todo caso, prueban que el instinto de
dramatización popular y la capacidad de imaginación anteriores a la era
de la televisión fueron iguales en Galicia que en el resto de Europa.
El espectáculo-tipo consiste en la
confección de un muñeco que preside el Carnaval desde un lugar
privilegiado de la villa o desde un carro o montura que lo pasea por sus
calles. Este monigote, que puede adoptar variadas formas, tiene una
personalidad dual ya que es a un tiempo acusado de todos los males de la
comunidad y llorado tras su muerte como encarnación de los valores de la
inversión, la risa y la locura que desaparecen con su entierro.
Transcurrido el Carnaval, al final del
Martes o el Miércoles de Ceniza, el Meco es quemado y enterrado
(o ahogado)
en una parodia de liturgia fúnebre en la que no faltan ostensibles
gestos de dolor, panegíricos del difunto, burlescos testamentos y
plegarias en las que se alude a los problemas políticos y vecinales del
año. Todo muy similar a lo que sucede en otras partes de la Península y
del resto de Europa donde existe documentación desde el siglo XIV aunque
algunos investigadores remontan hasta Grecia y Roma el origen de varios
de éstos espectáculos y, en general, ha venido considerándoselos, siguiendo a Frazer, una pervivencia de antiguos rituales agrarios de muerte y
resurrección.
En relación con estas quemas
carnavalescas hay que poner otros festejos similares de carácter
plenamente teatral como la Quema de la Pascua en la comarca
lucense de Castroverde, Pol y Baleira. Eran verdaderas farsas de
carnaval como la Farsa Dulcinea de A Meda (Castroverde), una representación
popular en castellano, viva hasta la década de 1960, que escenificaba el
juicio, testamento y ejecución en la hoguera de un personaje femenino,
Dulcinea, criada de vida disipada que era condenada a muerte y quemada
tras un proceso en el que intervenían abogados, fiscales y testigos a
favor y en contra de la acusada. Antes de quemarla se le permitía
hacer testamento, del mismo modo que en los Juicios, Testamentos y
quemas de Entroidos. En el caso de Silva (Pol-LU), representado
en 1945, la Pascua era una muñeca llamada Blanca Flor, siendo defendida,
cosa insólita, por una abogada llamada Rosa Campoamor, trasunto sin duda
de la diputada santanderina Clara Campoamor, defensora en 1931 del
proyecto de ley del voto femenino en España.
___________________
[*] Un estudio más completo
sobre el teatro de carnaval gallego puede verse en mi página web
Teatro de Entroido en Galicia,
versión corregida, ampliada y con fotos de mi trabajo “O
mundo do revés: Teatro de entroido en Galicia”, en: Actas da XV
Xornada de Literatura de Tradición Oral. Entroido: transgresión e
tradición (Lugo, 22 de outubro de 2022), Asociación de Escritoras e
Escritores en Língua Galega-Deputación Provincial de Lugo, Lugo, 2022,
pp. 23-61. Disponible:
[1] Sabemos, por ejemplo,
que el obispo de Ourense D. Diego Vela Becerril, respondió en 1630 con
una negativa a la petición de hacer una comedia en la catedral auriense
por Carnaval, lo cual parece indicar que hasta esa fecha no eran
extrañas las representaciones teatrales durante el Antroido.
[2] De 1786 es el
Testamento do galo
publicado por
Rosario Álvarez y Xosé Xove, y posterior a 1752 el denominado
Entremés de Bora
, obra del cantero
Gregorio Couto publicada por Bouza-Brey. Este último es probable que no
sea en realidad una pieza carnavalesca, pero sí es, en todo caso, una
prueba de la existencia de un teatro en gallego en las fiestas populares
de Galicia.
[3] Cf. FIDALGO SANTAMARIÑA,
Xosé Antón, “Achega etnográfica á celebración do entroido en Vilariño de
Conso”, en: VVAA, III Congreso de Patrimonio Etnográfico Galego. O
Ciclo do Entroido, de práctica social comunitária a obxecto de estudo
etnolóxico, Deputación provincial-Centro de cultura popular Xaquín
Lorenzo, Ourense, 2010, pp. 37-44 (p. 42).
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Teatro de Entroido en Galicia
Página web (en gallego)
Representaciones y Máscaras
Bases de datos
Parodia del
oficio de barbero
O Barco de
Valdeorras, ca. 1920.
Foto: O
Barco, 1885-1969 : Memoria Fotográfica, 2010.
Xogo das
vacas de Barizo. Foto Vítor Vaqueiro en GONZÁLEZ REBOREDO (1997)
Representación carnavalesca de un oficio en Ponte Ledesma (Vila de
Cruces PO, 1948). Foto: Xenerais do Ulla, Boqueixón, 2005, p. 29.
Peliqueiro de Laza
Foto: www.entroido.com
Pantalla de Xinzo
Boteiro de Viana do Bolo
Compañía de
farsantes de intrudio en una parroquia de Viana do Bolo (años 60)
Corrida do
galo
Grabado
en madera del siglo XIX
Juicio del
Gallo de Ribadulla. Foto Vítor Vaqueiro en GONZÁLEZ REBOREDO (1997)
Oso de Salcedo. Máscara de
carnaval en Pobra do Brollón (Lugo)
Foto: www.jrcasan.com
O Bicho. Máscara de carnaval en
Viana do Bolo
Foto publicada por Federico Cocho
Salvajes. Sillería de coro de la
Colegiata de Xunqueira de Ambía (Ourense, siglo XVI)
El Meco
de Ansemar en los años 60. Foto de Bernardino Barreiro
Queima do
Meco en Val do Franco (año 2000)
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