El Teatro en los
colegios de los jesuitas
La orden jesuita,
orientada casi desde sus comienzos hacia la enseñanza y la
formación, adoptó la modalidad de teatro escolar y la introdujo
en sus colegios con una triple finalidad: didáctica, moralizante
y propagandística. En la
Ratio Studiorum
que regulaba la enseñanza en los colegios jesuíticos hay dos
reglas para los Rectores que aluden al teatro. En la primera
(regla 13) se les ordena que las comedias se representen sólo en
ocasiones muy señaladas, siempre en lengua latina, que sean de
temas piadosos o sagrados y que no tengan papeles femeninos, y
en la segunda (regla 16), que se guarden las piezas,
seleccionadas por el Prefecto de Estudios o jueces
competentes, en las bibliotecas de los colegios. La segunda
regla siempre se cumplió, y ello nos ha garantizado la
conservación de centenares de obras, pero no así la primera.
Pronto se introdujeron las lenguas vernáculas y se amplió el
número y la temática de las representaciones, de modo que a
finales del siglo XVI, en los numerosos centros de enseñanza que
la Compañía tenía en Europa y América era costumbre representar
Églogas, Tragedias, Autos, Comedias y Entremeses,
de tema preferentemente religioso pero a veces profano, con
ocasión de las ceremonias de comienzo y final de curso, en las
fiestas del Corpus y en las de los patronos de los centros y de
las localidades en las que éstos se asientan, lo mismo que con
motivo de visitas de personajes importantes.
La producción teatral de los jesuitas es enorme y resulta
imposible intentar aquí siquiera un esbozo del cuadro de
difusión y el catálogo de las obras. En España se conservan más
de dos centenares, la mayoría mediocres pero algunas de alta
calidad literaria, muchas anónimas y otras de autores conocidos
(el Padre Azevedo, el P. Juan Bonifacio, el P. Hernando de
Ávila...) que cuentan entre los grandes dramaturgos del XVI, se
inspiran frecuentemente en el teatro de Plauto y Terencio, y
sirven de eslabón entre la generación de Lope de Rueda y las de
Lope de Vega y Calderón, no por casualidad educados en los
jesuitas.
En Galicia la presencia de los discípulos de San Ignacio
de Loyola fue temprana; tres Padres, procedentes de Braga,
estaban en Santiago en 1543, sólo tres años después de la
fundación de la orden, y en 1544 llegaron doce, procedentes de
Lovaina, hasta A Coruña donde predicaron con gran éxito unos
días antes de seguir hacia Coimbra. Tenemos también noticias de
una misión jesuita en Mondoñedo en 1547, y sabemos que en
Compostela intentaron, hacia 1551-52, hacerse cargo del control
del Colegio de Fonseca y, a través de él, de toda la
Universidad, entonces en proceso de reestructuración y
consolidación como institución académica. Los jesuitas contaron
con el apoyo del arzobispo Álvarez de Toledo y del conde de Monterrei,
Don Alonso de Acevedo y Zúñiga, albaceas testamentarios del
arzobispo Don Alonso de Fonseca, fundador del Colegio
compostelano. Álvarez de Toledo era amigo personal de San
Ignacio al que encargó una reforma del plan de estudios que el
santo envía en 1552 aunque no llegó a entrar en vigor ante la
oposición de la ciudad que no quería un Colegio sino una
Universidad honrada, y del Claustro, dominado por los
benedictinos y los dominicos que solicitaron la intervención
real.
Quizá como compensación por este fracaso, el conde de Monterrei funda y dota un Colegio de la orden en su villa natal
en 1555, el primero de los que tuvieron los jesuitas en tierras
gallegas, seguido en las décadas siguientes por los de
Compostela (1578) y Monforte (finales del XVI) y, ya en el siglo
XVII, por los de Ourense (1653-54), A Coruña (1673) y Pontevedra
(ca. 1685), lo que convirtió a la orden en la principal
institución dedicada a la enseñanza secundaria en Galicia.
De la documentación conservada se deduce la existencia, por
parte de los miembros de la orden, de una actitud que hoy
calificaríamos de colonialista ante la gente inculta y
bárbara del Reino de Galicia, y consta que los Padres
jesuitas no querían en general venir a colegios gallegos.
Sabemos también que la mayoría de los rectores y profesores
hasta el siglo XVIII eran foráneos, sin embargo, se prestó
cierta atención a la lengua del país ya que consta que, en 1572,
con motivo de una celebración por el traslado de los restos del
Conde fundador del colegio desde Santiago a la iglesia
provisional del de Monterrei, con presencia de su nuera Dª Inés
de Velasco y de sus nietos D. Gaspar y D. Baltasar de Acevedo y
Zúñiga, los profesores y estudiantes redactaron:
...papeles de varias composiciones (...), en verso y prosa,
en lenguas latina, griega, hebrea, española, gallega y
portuguesa.
Como sucedía en
el resto de los colegios de la orden, en los gallegos eran
habituales las representaciones teatrales en las fiestas
principales y con ocasión de las visitas de personalidades
importantes. En ellas actuaban los alumnos con el vestuario y
los decorados adecuados, poniendo en escena textos de los
profesores y de los alumnos o piezas de dramaturgos conocidos.
El público lo formaban el resto de los estudiantes y profesores
pero también, al menos en algunas ocasiones, frailes de otras
órdenes, autoridades y los habitantes de la villa en la que se
asentaba el Colegio e incluso de pueblos cercanos. No eran pues
simples actos académicos sino sociales y sin duda contribuyeron
a familiarizar al público gallego con el hecho teatral.
En el Colegio de Monterrei
las representaciones comenzaron casi en el mismo momento de la
inauguración del centro (hay datos desde 1558), y consta que el
curso de 1561-62 Los
gramáticos representaron un diálogo sobre la Penitencia,
representando sus papeles convenientemente revestidos con los
trajes que correspondían a sus personajes. La representación
duró casi seis horas (...) sin ningún
cansancio del auditorio y se tuvieron también otros
diálogos compuestos por los mismos alumnos
.
En el curso 1562-63 una carta del Padre Astete
informa de que se representó un coloquio de las ciencias, donde
decían todas que querían tomar como reina a la Teología y
disponerse para ella, para lo cual aderezose bien la
clase
.
Las
representaciones se repetían todos los años. En 1568 es el P.
Juan Pérez, Prefecto de estudios, quien alabando las habilidades
literarias de los alumnos del colegio dice que: Hacen también sus diálogos y los representan en público
(...) en la fiesta de la Circuncisión representaron una comedia
con gran soltura y elegancia a la que asistieron alumnos y
profesores, los abades del monasterio y gente de los pueblos
vecinos
.
Era
también frecuente que se hiciesen representaciones para agasajar
a visitantes ilustres. Así sucedió en el curso 1568-69 según nos
dice el rector P. Francisco López: Hízose una tragedia muy
sustancial con unas declaraciones en verso y prosa para la
venida del Obispo Tricio
, y en los de 1569-70 y 1571-72,
ante una visita del Provincial de la orden (Hízose en su
presencia una tragicomedia la cual compuso el P. Juan Pérez
(...) y la intituló 'El triunfo de paciencia' -trataba sobre
la historia de Job-)
, y con motivo de la llegada a la villa de la
Condesa Dª Inés de Velasco y sus hijos: hízoseles una
comedia célebre de la historia de Judit de que gustaron mucho
.
En otros colegios gallegos de la Orden los datos son más
escasos, pero también hubo representaciones al menos en Santiago
y Monforte como se deduce de la documentación aportada por
Rivera Vázquez. En 1596 ejercía como maestro en el colegio de
Santiago el P. Francisco Pérez de Ledesma famoso escritor de composiciones
y comedias
,
actividad que le fue prohibida por el Provincial aunque no debió
de hacer mucho caso ya que al año siguiente se le reprueba que
hubiese escrito un diálogo para representar en la iglesia de la
Compañía en Compostela que duraba dos o más horas. En Monforte,
con motivo de la llegada a la villa en 1594 del fundador, el
Cardenal Rodrigo de Castro, la Escuela de Niños, que ya estaba
en marcha, le representó
algunos diálogos de mucho gusto y entretenimiento (la
Comedia de la invención de la sortija
) y en
fechas posteriores continuaron las representaciones destacando
por su rica escenografía barroca las asociadas con los festejos
por el centenario de la Compañía en 1640.
Probablemente
la mayor parte de estas obras se hacían en latín como prescribe
la Ratio Studiorum pero hay pruebas de que otras se
hacían en lengua vernácula o eran bilingües. Sus autores fueron
en la mayoría de los casos profesores de fuera de Galicia, aunque
también tenemos casos documentados de profesores gallegos que
escribieron obras de teatro como el P. Antonio Rodríguez,
natural de Vilaza (Monterrei), autor de un tratado de caligrafía
manuscrito de 1599 (Libro que contiene diversos alfabetos),
el cual según el Padre Valdivia Tenía gracia particular en
hacer coloquios y representaciones santas y andanzas muy
graciosas en nuestras fiestas; y componía unos entremeses muy
graciosos y honestos con que alegraba a las innumerables gentes
que acudían a nuestras fiestas en Carnestolendas
.
La mayor parte de estas noticias sobre el teatro
jesuítico aparecen en la obra del Padre Valdivia sobre el
Colegio de Monterrei y eran accesibles desde la publicación del
libro de Evaristo Rivera, pero en general no habían sido tenidas en cuenta
por los historiadores del teatro en Galicia. Son, sin embargo,
de gran interés que se ve acrecentado por la conservación de
tres
de las piezas representadas:
La primera de ellas,
conservada en un manuscrito de la
Academia de la Historia madrileña, está escrita en latín,
castellano, portugués y gallego.
Titulada Egloga de Virgine Deipara [=Égloga
a la Virgen Madre de Dios],
es de indiscutible origen gallego ya que su colofón nos informa
de que fue representada el año
1581 día de la Concepción de Nuestra Señora delante del Conde de
Monterrey, al cual le pareció larga de prosa, las
canciones parecieron algo largas. Le he dedicado algunos estudios
y ediciones parciales que resumo aquí:
Obra
probablemente del P.
Diego García Rengifo, la pieza es efectivamente larga de prosa y verso,
y de desigual calidad, pero resulta de gran interés
como testimonio de la existencia de teatro escolar en Galicia y
como precedente temático y lingüístico del
Entremés famoso
sobre da pesca do rio Miño
(1671) de Gabriel Feixóo de Araúxo.
Escrita la copia conservada de la Égloga por al
menos cinco manos (seis distingue J. Alonso Asenjo), una rúbrica inicial añadida a posteriori con
la misma letra del colofón final dice: Para la
introducción de la égloga se hizo este prólogo, y de camino dio
[el conde] los premios del primer certamen...
En el prólogo aludido, el autor da noticia en castellano de
su intención de honrar a la Virgen María con:
Una égloga en que en estilo pastoril se pone en plática
la mesma fiesta que se hace saliendo un pastor llamado Regiano
(...) el cual después de aber publicado su fiesta por todo el
reino (...) de todas las partes de donde suelen aquí concurrir
estudiantes (...) bendran [pastores] dos de los puertos, el uno
llamado Çalasio y el otro Marino, que en lengua griega y latina
significan una misma cosa, otros dos vendrán del Miño y del Sil,
llamado el uno Orminio y el otro Síleno, y otros de otras partes
quios nombres darán vien a entender las tierras de donde son.
Armarán así un justoso desafío sobre quien alabará mejor aquella
de quien todos somos (...) mui aficionados y debotos.
Comienza la representación saliendo a escena Regiano, quien tras cantar
alabanzas a María y convocar a todos a la fiesta termina con
estos versos:
Deseo, si pudiese,
que se hiziese
con el culto posible
la fiesta que tenemos hoy delante,
y que en las almas plante,
la Virgen sus amores,
mostrándose propicia,
al Reino de Galicia,
y haciéndonos a todos mil fabores...
Salen a continuación Çalasio y Marino que dialogan en latín informándose mutuamente
de sus respectivas procedencias. Entran después Orminio y Síleno
quienes, ya en castellano, pero con seseo, cantan las alabanzas
de la villa:
...Mas mira a
Monterrei las altas casas
que ensierran la nobleza y señorío
de todas estas tierras por do pasas.
Tras encontrarse con Çalasio
y Marino que acuden convidados a la solene fiesta
que Regiano/ oy haze en honra de la Virgen Pura, se invitan
mutuamente a visitarse en su tierra y alaba cada uno las
bondades de su lugar de origen. La tierra de Orminio destaca
por:
la leche, el requesón,
la mantequilla
el lomo del benado vien cosido
lacones, longanizas y morsillas
con el chorizo al humo renegrido.
La de Çalasio es un
prodigio de feracidad y en su descripción se explotan todos los
elementos del tópico literario del locus amoenus:
Allí verás los árboles
copados,
los prados de diversas flores llenos,
los güertos sabiamente cultibados,
las frescas fuentes i alamos amenos.
Los cidros i naranjos que, cargados
de nuebo fruto, no están aún ajenos
de las naranjas viejas que encojidas
tornan a ser de nuebo zumo henchidas.
Allí la ierba fértil y abundosa
engorda en pocos días las obejas,
allí la flor diversa i olorosa
da pasto a las solícitas abejas.
En la escena III del
primer acto hacen su aparición nuevos personajes cuyos nombres,
como se anunciaba en el prólogo, delatan su procedencia:
Sanabrius, Teranio, Vianus y Consus. Todos se unen al coro de
alabanzas costumbristas a la tierra y sus productos, adobadas
con loas a María y a su inmaculada concepción, y
referencias a su papel como mediadora y protectora frente al
demonio:
Pues [yo] no me contento con
amarla
ni demandarla una sola cosa,
que sé que es poderosa en alcanzar
lo que ella quiere dar a sus queridos,
mas pido con gemidos que me encienda
en su amor y defienda del pecado
y esté a mi lado al tiempo de mi muerte,
y a mí me haga fuerte y animoso
contra el dragón rabioso que ha de estar
para atrapar mi alma si pudiere.
Terminado el
primer acto una rúbrica nos informa que se hizo un descanso para
dar los
premios a los poetas.
Se reanuda la función (Act. II, Esc. I) con la aparición en
escena de Lusitanus y Castellanus. El primero, con la tópica
hipérbole de los portugueses, compara la tierra de Monterrei con
la de Portugal de tra los montes, porque a terra que esta
alén do Texo non na há no mundo millor. El castellano, por su
parte, pregunta al portugués si ha pasado a Galicia después
que los reinos se an juntado, en evidente alusión a la
unión de España y Portugal en 1580 bajo la corona de Felipe II.
El resto de la conversación entre el lusitano y el
castellano se convierte en una apología de la unificación y de
la hermandad hispano-portuguesa, y una crítica feroz a Don
Antonio, el Prior de Crato, hijo bastardo del infante D. Luis
que aspiraba a la corona y fue proclamado rey por el pueblo y el
bajo clero portugués frente a Felipe II.
Castellanus, muy diplomático, halaga constantemente a
Lusitanus y reconoce los méritos de Portugal a quien si la
fortuna uviera sido faborable le fuera poco un mundo, según los
grandes ánimos conque siempre an acometido empresas
dificultosísimas por mar y por tierra. Lusitanus, tocado en
su punto débil, añade: ...fora disso ten a cidade de Lisboa
a qual os que a viron poden deser que viron todo o mundo.
Continúa el castellano recomendando a los lusitanos mucha
lealtad (...) a vuestro legítimo y verdadero rey (...),
olvidando a don Antonio a quien Dios a abatido y humillado como
a tan soberbio y arrogante tirano.
El portugués, convertido a la causa felipista, exclama:
¡Não me nomeis esse ome que nos quemou as entranhas e nos destruio nossas terras, home por quem tanto sangue de cristãaos se
derramou!, en clara alusión a los excesos cometidos por las
milicias del Prior de Crato que, derrotadas el 25 de Agosto de
1580 en Cascais por el Duque de Alba, se retiraron
desordenadamente hacia el norte, saqueando y robando, lo que les
granjeó la enemistad de la población.
Las referencias a la unificación terminan con un lamento
de Lusitanus: foi castigo de Deos que quiso abaixar nossa
soberba pois en tan poco tempo perdemos dous reis e tantos
príncipes e infantes..., en el que alude a la desaparición
de la flor y nata de la nobleza portuguesa en la batalla de Alcazarquivir, la muerte del rey Don Sebastián (1578) y la de su
tío y sucesor el cardenal-infante Don Enrique (1580) que dejó el
trono vacante y abrió el camino para la unión de los reinos.
Regiano,
que había aparecido en escena durante la conversación anterior,
recuerda el motivo de la reunión y fiesta y comienzan las
alabanzas a María (nisso não daremos ventaje
os portugueses a ninhuma outra nação, dice Lusitanus),
seguidas de un pormenorizado catálogo de santuarios de la Virgen
y de las imágenes marianas más veneradas en Castilla y Galicia
así como de los milagros a ellas atribuidos. La réplica de
Lusitanus roza la caricatura:
Eu concedo que os castelãos
têm muitas imagens de Nossa
Senhora e romarias de muita devoção, e que en Galiçia será tambien
esta sereníssima Virgen reverenciada, porém não têm que ver con
Portugal. Unha cousa vos quero dicer: que si a Madre de Deos
quissera vir agora a morar á terra, a ninhuma outra parte viera de milhor vontade que a Portugal (...)
en soa unha cidade [Lisboa] há mais memorias e templos de Madre de Deos que en toda a
Castela e Galicia juntas (...) pois com o azeite e cera que ali
se gasta nas lámpadas cada mes poderas vosoutros passar muitos
anos...
Pero el castellano,
conciliador, dice no ponerlo en duda, pide detalles sobre las
imágenes más famosas y promete si Dios a mi me da salud
acudir en romería a visitarlas.
El
Acto III comienza con la llegada de los demás pastores y el
encuentro en escena, entablándose un rápido diálogo en el que
intervienen todos, primero en latín y luego en castellano,
alabando la Inmaculada Concepción de María y el plan divino de
la Encarnación. Para terminar
deciden entonar canciones en honor a la Virgen. Son en total
cuatro, efectivamente algo largas, y concluyen con todos de
rodillas haciendo cada uno su petición a María. Veamos la
súplica pacifista de Viano:
Yo te suplico y pido,
Princesa de los cielos
que las pasadas guerras y amarguras
que en Portugal a avido
conviertas en consuelos,
y en amorosa paz las armas duras,
y hagas ataduras
tan firmes y tan fuertes
entre los coraçones,
que cesen dissensiones
trabajos, alborotos, robos, muertes
y bivan, como hermanos,
gallegos, portugueses, castellanos.
y el himno final, en
gallego bastante correcto aunque con lusismos (Philippo, nem) y algún
castellanismo (No), quizá debidos a vacilaciones del
copista castellano:
Viva, viva, viva
o
Philippo en Portugal
Castela e Galicia
con grande irmandad.
Vivan os galegos
e os castelaos
co os lusitanos,
seglares e cregos.
No aja mays renegos,
nem guerra ne afán.
La obra tiene,
como vemos, una clara dimensión propagandística, y fue redactada
sin duda con la intención de halagar al Conde de Monterrei, D.
Gaspar de Azevedo y Zúñiga, que se encontraba en la villa tras
organizar un ejército y unirse en Verín a las tropas del Conde
de Lemos para hostigar en su retirada a los partidarios de D.
Antonio y someter Chaves, que se resistía a reconocer como Rey a
Felipe II. La fecha escogida obligaba a la temática mariana que
debió de ser frecuente en las representaciones del Colegio de
Monterrei, puesto, por deseo expreso de su fundador, bajo la
advocación de Santiago el Mayor, aunque tenía también a la
Virgen como patrona porque los Padres habían llegado a la villa
un 24 de marzo, víspera de la fiesta de la Anunciación.
Ya en el curso 1578-79 se había creado en Monterrei la
Congregación mariana, una institución muy habitual en los
Colegios de la Orden y con este motivo se había convocado un
certamen literario en cuya entrega de premios diose fin a la
fiesta con un gracioso diálogo en el cual se mostró cuanto
importaba a un cristiano ser devoto de Nuestra Señora
. De
esta noticia y de la existencia de la Égloga puede
deducirse que las representaciones de temática mariana debieron
de ser habituales en el Colegio de Monterrei durante las fiestas
del 8 de diciembre, y en el prólogo de la propia Égloga
se hace referencia a fiestas anteriores: "No dudamos se nos
hará la merced que en casos semejantes a estos siempre recebimos,
oyéndonos con atención y silencio".
Los que se han ocupado del estudio del
Entremés famoso
sobre da pesca do rio Miño
,
pieza aparentemente insólita en el panorama teatral gallego del
siglo XVII, han recurrido en general para explicarla a suponer
la existencia de una
tradición entremesística popular
hoy perdida pero viva en la memoria de la gente, que sigue
denominando entremeses a las representaciones carnavalescas (Oimbra
y la zona del Ulla, por ejemplo), y en algunas escenificaciones
populares de “contos” como las de Sergude, Melide y Lubián que
pervivieron hasta tiempos recientes.
Sería demasiada casualidad que se nos hubiera conservado
la única pieza que se escribió en la época, y una lectura atenta
del Entremés demuestra que no puede tratarse de una pieza
aislada ya que la técnica utilizada delata un conocimiento, si
quiera somero, de los recursos propios del género teatral, e
incluso se han visto influencias del teatro de Gil Vicente y de
la Propalladia de Torres Naharro. Estas influencias
podrían haberle llegado a Feixoó a través del conocimiento de
las representaciones teatrales de compañías ambulantes
castellanas que tenemos documentadas a lo largo del siglo XVII,
actuando en el Corpus y en las fiestas patronales de las villas
y ciudades gallegas contratadas por los gremios, los
ayuntamientos y los cabildos catedralicios.
Creo, sin embargo, que a la vista de la Égloga de
Monterrei hay que ampliar las fuentes de la obra de Feixóo de
Araúxo. La Égloga prueba la existencia de una tradición
de piezas bilingües en las que la lengua, como sucede en el
Entremés, se utiliza como elemento caracterizador de la
procedencia social o geográfica de los personajes. Por otra
parte, la coincidencia en tomar como punto de partida un
acontecimiento bélico (la guerra de Sucesión de 1580 en la
Égloga y la de Restauración portuguesa de 1669-70 en el
Entremés) y la moraleja final con el hermanamiento entre
gallegos y portugueses lleva incluso a preguntarse si Feixóo
conocería directamente la pieza de Monterrei o alguna semejante,
hoy perdida.
Existe un lapso de noventa años entre la representación de
la Égloga y el Entremés de Feixoó de Arauxo, pero
no es imposible que éste conociese el texto de Monterrei que
pudo seguir representándose en el Colegio en las fiestas del 25
de marzo. Monterrei era a mediados del XVII el colegio jesuita
más importante de Galicia y el mayor centro de enseñanza
secundaria del país, con más de 1000 alumnos y una treintena de
profesores. Es muy probable que en él estudiase el bachiller
Arauxo, de cuya obra se ha deducido que debió de vivir parte de
su vida en la zona de Ourense y cuyo linaje, unido por estrechos
lazos con la casa condal de Monterrei, procedía de Celanova
según testimonian Vasco de Aponte y los genealogistas del siglo
XVIII.
No creo casual que tanto la Égloga, como el
Entremés pertenezcan a lo que podríamos denominar teatro
de frontera, un subgénero en el que la “raya” y el
conflicto-hermanamiento fronterizo juegan un papel fundamental
en el desarrollo de la peripecia dramática. Este tópico debió de
ser extraordinariamente popular en Galicia lo que explicaría su
aparición en algunas obras del “ciclo galaico” de Tirso de
Molina, especialmente en la comedia titulada
Mari-Hernández
la gallega
en la que late también la idea de la
rivalidad-hermandad entre gallegos y portugueses, y en la que
Tirso emplea el gallego en algunos diálogos (unos 60 versos) y
hace constantes referencias a los conflictos fronterizos con los
portugueses, de nuevo en un contexto bélico: el de la guerra
hispano-portuguesa mantenida por Felipe III.
También con trasunto bélico, aunque menos evidente, encontramos de nuevo el tópico de la
reyerta-hermanamiento con los vecinos portugueses en una de las
pocas obras teatrales en gallego que nos han llegado del siglo XVIII, una
pieza conocida como el Entremés del portugués
, descubierta
y publicada por José Luis Pensado quien no indica donde la
encontró, aunque afirma que es una copia apógrafa y atribuye al
copista castellano la castellanización de algunos fragmentos de
la misma. La
existencia de esta pieza en la que, como en el Entremés,
se caracteriza el habla de los personajes portugueses con la
grafía nh, que no tiene repercusiones fonéticas, lleva a
pensar que estaban destinadas a la imprenta y a sospechar que en
Galicia pudo haber existido una literatura de cordel
similar a la que en el siglo XVIII conquistaba los mercados
castellanos y portugueses (véase mi trabajo sobre la obra en
Taller de TeatrEsco).
La
segunda de las piezas de teatro jesuítico gallego conservada en
la actualidad es la Comedia de la invención de la sortija
,
representada en Monforte en el otoño de 1594 (probablemente a
finales de octubre) con motivo de la
visita a la villa del cardenal y arzobispo de Sevilla, D.
Rodrigo de Castro, fundador y mecenas del Colegio y emparentado
con los condes de Lemos, que también asistieron a la
representación y a los cuales se alude repetidamente en el texto.
La obra, dada a
conocer y publicada parcialmente por Antonio Cortijo Ocaña en
2001, se
conserva en un manuscrito de la Fernán Núñez Collection
en la Bancroft Library de la University of California
en Berkeley (UCB MS 143, vol. 18 [D-2] Comedia de /la
ynuencion de / la sortija en la veni-/da a Monforte del /
yllustrisimo Señor don Rodrigo de Cas-/tro Arcobispo de
Se-/villa Carde-/nal de la Santa ygle-/sia de Roma).
Recientemente (2016) ha sido publicada completa, en una cuidada
edición y con un excelente estudio introductorio, por Miguel
Zugasti y Antonio Cortijo (Adiciones al corpus dramático español del siglo XVI. La 'Comedia de la invención de la
sortija', partes I y II (Monforte de Lemos, 1594), EUNSA,
Pamplona, 2016).
Representados la
mayoría de sus papeles por los niños de la escuela de menores,
según se afirma en el prólogo, a ella hace referencia el autor
del manuscrito de la Historia del Colegio de Monforte de la
Academia de la Historia, cuando relatando la visita del cardenal
a Monforte dice: La escuela de los niños, que ya estaua
puesta, le representó algunos diálogos de mucho entretenimiento
y gusto.
A lo
largo de dos jornadas, van desfilando ante el arzobispo de
Sevilla, los nobles invitados y los condes de Lemos,
personificaciones de las distintas ciudades
y estados gallegos (catorce en total), adornadas con divisas y
emblemas
alusivos a sus peculiaridades geográficas, económicas,
culturales y gastronómicas. Llevan ofrendas que presentan a las
autoridades, antes de correr
la sortija. Aparecen también personajes mitológicos
(Neptuno, Baco, Diana, Vulcano, Sirenas, Ninfas...) y alegóricos
(el Tiempo, la Razón, la Justicia, la Iglesia, el Vulgo, la
Necedad...).
Intercalados entre
las escenas de la procesión alegórica de la sortija se
representaron entremeses (Entremés de la templanza del vino,
Entremés del Dios Baco, Entremés del Vulgo y la Fama con sus
secuaces...). En la primera jornada se representó el
Entremés de los pajes y Quinolilla, en el que intervienen
pastores y otros personajes populares que también quieren, como
los caballeros, correr
la sortija, aunque resultan insultados y engañados en un
tono cómico (entre los personajes destaca el llamado Quinolilla,
con habla sayaguesa y rasgos que lo aproximan al típico
pastor
bobo del teatro castellano de finales del XVI y del XVII).
La obra es,
probablemente, de autor gallego, y una de las escenas del
Entremés de los pajes y Quinolilla (fols. 35v-36v, 52 versos) está compuesta
totalmente en gallego. En ella intervienen tres pastores
(Pascual, Afonso y Pelaio) que quieren emborrachar al
tamborilero Janiño, y acaban todos cantando y bailando. Salen a
continuación las ciudades y estados de Galicia a pedir que se
corra la sortija, se dan los premios y concluye así a la primera
jornada de la fiesta-representación. La escena
en gallego constituye una suerte de paso o semientremés que, como sus editores
proponen, podría titularse Entremés de Janiño y los pastores
(véase
texto).
Otra pieza más
de probable origen gallego, la primera cronológicamente, es el
Diálogo de la Concepción de Nuestra Señora
del Padre
Bonifacio Bravo conservado en el Ms. 9/2566 de la Academia de la
Historia (fols. 71r–84v), el mismo que contiene la Égloga de
Virgine Deipara de Monterrei. Joaquín Pascual Barea
identificó en 2009 la pieza del Padre Bravo con el gracioso
diálogo, en el cual se mostró cuánto importaba a un cristiano el
ser devoto de Nuestra Señora que sabemos se representó en
el Colegio de Monterrei el 8 de diciembre de 1578, fiesta de la
Concepción. Pascual Barea se basa en el tema de la obra y en
algunas referencias al entorno de Monterrei que aparecen en
en el texto (la parroquia de Albarillos y la Virgen de los Remedios
mencionadas en el Diálogo del Padre Bravo deben de ser la parroquia de Albarellos y el santuario de los Remedios cercanos a Monterrei,
colegio en el que había enseñado en su juventud el autor).
El Diálogo
de la Concepción de Bravo está escrito en castellano (19
páginas) y latín (9 páginas), combinando verso (10 páginas) y
prosa (18 páginas), mezcla frecuente en el teatro jesuita desde
el P. Bonifacio, lo mismo que el estilo de la obra, el tono
realista y popular, los metros empleados, y la combinación de
personajes humanos y alegóricos. El prólogo
(en quintillas) menciona, entre el público asistente, a los
compañeros, amigos y parientes de la quincena de estudiantes que
la representaron, a los vecinos sabios o ignorantes, y a los
soldados y comerciantes que estuvieran de paso. En cuanto al
argumento y la intención de la pieza, Joaquín Pascual Barea los
sintetiza así:
A lo largo de la pieza asistimos a la progresiva reforma moral y
religiosa de un pueblo, convertido al amor y devoción a María
gracias al celo de unos estudiantes, quienes ofrecen instrucción
religiosa y alivio espiritual a un joven de noble y rica familia
que ha perdido súbitamente su honra y fortuna, a un atareado
mercader, y a dos siervos del campo.
Este heterogéneo público justifica la intención propagandística
de la obra, que quiere mostrar la capacidad de las escuelas de
la Compañía para formar literariamente y educar cristianamente a
la juventud, persuadiendo a los vecinos para que envíen a sus
hijos al Colegio, y justificando la subvención de sus patronos (véase
texto).
Julio Alonso Asenjo (CATEH,
ficha nº 2 y trabajos
posteriores), apunta que la coincidencia de la fecha
de representación del Diálogo de la Concepción de Nuestra
Señora de Bartomolé Bravo con la de la Égloga de Virgine
Deipara (8 de diciembre), la presencia en ambas de la Virgen
de los Remedios y semejantes estructuras y finalidad del
Diálogo y de la Égloga, llevan a pensar en "la
posible atribución de ambas obras a Bartolomé Bravo; o, al
menos, a concederle la inspiración de la Egloga de Virgine
Deipara en el Diálogo de la Concepción de Nuestra Señora"
(JAA, 25.07.2014). Estoy de acuerdo en la posible inspiración,
pero la autoría directa no me parece probable porque Bravo había
abandonado Monterrei en 1580 y por el
empleo intensivo del portugués en la Égloga y el origen
segoviano de Bravo, aunque como gramático que era podría haber
adquirido competencias en portugués durante su estancia en
Monterrei. En cualquier caso, la probabilidad de la autoría de
Bravo es mucho mayor que la de Miguel de Cervantes propuesta por
César Brandariz (El hombre que ‘hablaba difícil’ ¿Quién era
realmente Cervantes?, 2011), basada en una supuesta
presencia de la caligrafía de Cervantes en el manuscrito de la
Égloga (que Alonso Asenjo, con buenos argumentos, rechaza), y en
sus tesis anteriores sobre el origen gallego-sanabrés de D.
Miguel y su presunta formación en el Colegio de Monterrei, que
no consta documentalmente y en el cual Brandariz tampoco ha
podido documentar su presencia en 1581.
Su autor podría ser
el Padre Diego García Rengifo, nacido en Ávila pero alumno en
Monterrei desde los 16 o 17 años, profesor allí más tarde durante 15 años
y estrechamente relacionado con el conde D. Gaspar de Zúñiga, al
cual dedicó su Arte poética española (escrita en
Monterrei aunque se imprimió en Salamanca en 1592), y para el
cual consta que compuso versos con motivo de su matrimonio
(1583) y de las exequias de su mujer (1592), además de un poema
titulado Relación del cerco de la Coruña, laudatorio de
la participación del conde D. Gaspar en la defensa de la plaza
frente a Francis Drake en 1589. Rengifo fue después, y hasta su
muerte, profesor, prefecto de estudios y rector en el colegio de Monforte, y autor
probable de la Comedia de la invención de la sortija
representada allí en 1594
.
***
Un caso especial de
obra relacionada con el teatro de los jesuitas en Galicia es el
de las Tragedias de amor de Juan de Arze Solórzeno. Las
Tragedias están ambientadas en Galicia y, según afirma su
autor en el prólogo, fueron escritas en Monforte hacia 1598
cuando estaba a punto de cumplir los 19 años. Sin embargo, la
obra no se imprimió hasta 1607, con dedicatoria al VII conde de
Lemos y extensos datos biográficos sobre D. Pedro Fernández de
Castro y la Casa condal de Lemos: Tragedias de amor, de
gustoso y apacible entretenimiento de historias, fabulas,
enredadas marañas, cantares, bayles, ingeniosas moralidades del
enamorado Acrisio y su zagala Lucidora. Compuesto por el
licenciado Iuan Arze Solorzeno. Dedicado a Don Pedro Fernandez
de Castro, Conde de Lemos, & c., Iuan de la Cuesta, Madrid,
1607.
Arze Solórzeno reconoce en el prólogo su deuda con Teócrito, con
la Eneida y las Geórgicas de Virgilio, y con la
Arcadia del renacentista napolitano Jacopo Sannazaro. A esas
influencias cabe añadir las hispanas de Garcilaso, la Galatea de
Cervantes y las obras del Padre Rengifo, especialmente la
Egloga de Virgine Deipara representada en el Colegio gallego
de Monterrei en 1581. Coinciden las églogas de Arze Solórzano
con la de Rengifo, que debió de ser su maestro en Monforte, en
las influencias de Virgilio y Sannazaro, en las bucólicas
descripciones del paisaje gallego, en las competiciones
deportivas de los pastores y sus premios, y en el papel de la
música. Es cierto que son rasgos típicos del género pastoril,
pero existe una coincidencia muy significativa: la presencia en
ambas del río Sil personificado, con el nombre de Sileno.
No son las Tragedias de Solórzeno una obra teatral en
sentido estricto, sino una novela pastoril, pero, además de los rasgos teatrales ya
señalados, su autor denomina repetidamente Teatro a los
escenarios arquitectónicos en los que se desarrolla la acción de
su novela, y
algunos diálogos, como los de Ercarnio y Sileno en la Égloga I,
son células dramáticas casi autónomas que recuerdan a las
escenas del galán y el gracioso en las comedias del Siglo de
Oro. La filiación jesuítica de las Tragedias se muestra
también en el sentido moralizante de la obra, y en su
didactismo.
Juan Arze Solórzeno (o
Solórzano) nació probablemente en Galicia [1] y, en cualquier
caso, parece claro que se educó en el colegio de los jesuitas de
Monforte, ya que allí estaba a los 18 años cuando fue presentado
al conde de Lemos. Solórzeno fue en su
madurez jurista y debió de vivir en Italia ya que allí (en Roma)
publicó en 1610 y 1612 dos tratados de Derecho: Sacramentorum
Brachilogia, seu Breviloquium cum arboributabellis, y De
Iuribus ac eminentia canonici viridarium. En su juventud fue
autor de sonetos, de traducciones latinas (La Historia de los
dos soldados de Cristo, Barlaan y Josafat, que sirvió de
fuente a la comedia de Lope de Vega), y de las Tragedias de
amor, una novela pastoril con extensos pasajes dialogados y
numerosas referencias a la música, canciones y danzas de los
pastores, rasgos que la aproximan a la categoría de lo teatral y
la emparentan con los Diálogos escolares, muy frecuentes en las
aulas de los jesuitas.
De su biografía y familia tenemos escasos datos. En los prólogos
de dos de sus obras (la Historia Evangélica de la vida y
muerte de Christo Nuestro Dios y Maestro, y la Historia
de los dos soldados....), se incluye una canción firmada por
Francisco de Arce y dedicada a su sobrino. Poco es lo que se
sabe de este tío suyo, pero podría ser el leonés Francisco de
Arce "escribano de su Magestad", autor de una relación de
fiestas impresa en Lisboa en 1619 (Fiestas reales en Lisboa,
desde que el rey nuestro señor entró, hasta que salió. Con una
loa al príncipe nuestro señor que toca a la jornada, por
Iorge Rodriguez, 1619).
Con casi total seguridad, Juan Arze Solórzeno era hijo del
arquitecto Gaspar de Arce Solórzano, también conocido, para
diferenciarlo de su sobrino homónimo, como Gaspar de Arce "el
viejo" (Siete Villas, Trasmiera (Cantabria), 1538 - Santiago de
Compostela, 1603). Fue Gaspar un discípulo de Rodrigo Gil de
Hontañón, activo en Galicia durante los reinados de Felipe II y
Felipe III, que llegó a ser Maestro de Obra titular de la
catedral de Santiago. Sabemos que Gaspar de Arce estaba en
Monforte hacia 1563, trabajando para los condes de Lemos en la
obra del monasterio de San Vicente del Pino, y en 1575, cuando
firma contrato en Lugo para encargarse de la construcción de la
torre de las campanas de la catedral, lo hace todavía como
vecino de Monforte. En su testamento de 1603, Gaspar nombra
herederos a los dos descendientes que tuvo de su primera mujer
("dejo por mis universales herederos a Juan de Arçe e Maria
de Arçe, mis hijos y de Catalina Lopez"). Además, en el
fondo de la Real Audiencia del Archivo del Reino de Galicia,
se conserva la documentación de un pleito que sitúa al
licenciado Juan de Arce Solórzano en Monforte de Lemos, en una
causa sobre bienes heredados de su padre Gaspar de Arce (Benito
Álvarez con el licenciado Arce Solórzano, sobre reivindicación
de una casa y otros bienes en Monforte de Lemos (enero de
1612): ES.GA.15030.ARG/111231213. Caixa 23920-2).
Por
último, ya en el siglo XVIII, tenemos el caso del jesuita de Quiroga
(Lugo), Padre Luis de Losada y Prada, autor de varias obras teatrales,
al menos una de las cuales (la Loa a la dedicación del nuevo camarín
de Nuestra Señora de las Hermitas, de 1729) se representó con
seguridad en Galicia
. De la
misma centuria son algunas noticias sobre fiestas y certámenes
literarios en colegios gallegos, sin que conste hubiese
representaciones teatrales. En 1714 se hicieron fiestas en
Pontevedra para celebrar la consagración de la iglesia del
colegio (11-13 de agosto) con sermón, misas, procesión general
con la ciudad y los gremios, y corrida de toros. En 1729 los alumnos escoceses e
irlandeses del Colegio de los irlandeses de Compostela, y
sus profesores jesuitas, ofrecieron al ferrolano José Francisco
Bermúdez de Mandiá una sesión poética en la que recitaron odas y
epigramas en latín en alabanza de Bermúdez, benefactor del
colegio que acababa de ser nombrado obispo de Astorga, las
cuales se llevaron a continuación a la imprenta (véase portada
en foto). También sabemos que en el colegio de A Coruña se hizo
una fiesta en 1754 con motivo de la inauguración del retablo de
la iglesia, y en ella predicó el P. Facundo Lozano, maestro de
Teología moral, un sermón que conservamos impreso
(Única contribución a Xavier : el Magnífico singular retablo
en que colocó su milagrosa peregrina imagen la Piedad de
intendentes de Galicia Juan Felipe Castaños, y Francisco Xavier
Serón en este Colegio de San Javier de la Compañía de Jesús de
la Coruña. Sermón que predicó el 30 de mayo de 1754, Andrés
Frayz, Santiago de Compostela, 1754).
______________________
[1] Algunos autores
del siglo XVIII como Nicolás Antonio o José Antonio Álvarez y
Baena, afirman que nació en Madrid, pero otros modernos como
Eduardo Pardo de Guevara o Isabel Enciso Alonso-Muñumer,
sostienen que Arze era gallego y que viajó con el conde de Lemos
a Nápoles cuando fue nombrado virrey napolitano en 1608,
afirmación que no cuenta con datos documentales que la avalen,
aunque parece posible ya que justificaría sus publicaciones en
Italia. Ambos afirman también, de nuevo sin pruebas
documentales, que Arze fue el preceptor de D. Pedro Fernández de
Castro, y esto sí que resulta poco probable -por no decir
imposible-, ya que Arze era cuatro años más joven que el conde
(D. Pedro nació en 1576 y Arze Solórzeno en torno a 1580).
Marcelino Menéndez Pelayo, en una carta a su amigo Domingo
García Peres fechada en marzo de 1885, se refiere a Arze
Solórzeno como "mi paisano", afirmación que se justifica
por el origen cántabro del que considero su padre, el arquitecto
Gaspar de Arce Solárzeno. |