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Cruceiro do Home santo
en Bonaval

Santo Domingo en la capilla
del Hospital Real de Santiago (primer cuarto del siglo XVI) |
Predicadores en Galicia
En la Baja Edad
Media fueron los franciscanos y los dominicos quienes más destacaron en
la predicación y los que más utilizaron recursos espectaculares y
teatrales en sus sermones. Uno de los más grandes predicadores
mendicantes, San Vicente Ferrer, predicó en Galicia, y la tradición dice
que lo hicieron también San Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán y
San Bernardino de Siena, aunque en estos casos los testimonios son poco
fidedignos.
La presencia de San
Francisco como peregrino en Santiago en 1214 no cuenta con testimonios
de primera mano y aparece envuelta en un halo de leyendas, algunas tan
hermosas como la del supuesto carbonero Cotolay, su anfitrión en
Compostela. A pesar de ello, en la actualidad su historicidad es asumida
por muchos estudiosos. En el arte gallego lo encontramos predicando en
un capitel de capilla absidal de la Epístola de la iglesia franciscana
de Betanzos, en una representación que delata el conocimiento de los
artes praedicandi de la época, por el gesto de computatio
digitorum.
Aparece también
predicando y bendiciendo a los animales en un capitel de la sala
capitular del monasterio de santa Catalina de Montefaro (Ares, CO) y en
otro del capítulo del convento de Compostela, según la tradición fundado
por el propio San Francisco, ambos con gesticulación derivada del ritual
litúrgico. A los sermones sobre la muerte remite así mismo la
iconografía del San Francisco de plata del oratorio de Lope de Mendoza
en la catedral de Santiago (ca. 1435-50), con un crucifijo en la mano
derecha y una calavera en la izquierda, tal y como hacían los
predicadores en el púlpito.
La visita de San
Bernardino de Siena a Galicia se consigna en varias Crónicas
españolas, pero no está confirmada por documentos de la época, y lo
mismo sucede con la supuesta presencia en Galicia de Santo Domingo,
tenida mayoritariamente por legendaria, o las predicaciones de fray
Pedro González Telmo y su discípulo fray Rodrigo de Pontevedra. En el
caso de Santo Domingo, la tradición de su presencia en Compostela como
peregrino es tardía pero estuvo muy arraigada, y en el arte gallego
Santo Domingo aparece frecuentemente (Bonaval, Tui…) con atributos de
raigambre jacobea (báculo en Tau, paloma…), en muchas ocasiones
predicando (capitel de Ribadavia) o señalando en un libro el texto del
sermón (Tui).
Sobre la presencia de San Vicente Ferrer en Galicia hacia 1412 hay una
breve noticia en la biografía del santo escrita por el Padre J. Antist
(1575) con los datos reunidos para el proceso de canonización, en la que
se alude a un púlpito, luego muy venerado, en el que habría predicado en
Compostela, y a otro en A Coruña: “yo sé por relación de testigos de
vista, que en Santiago de Galicia hay un púlpito tenido en grande
veneración, porque San Vicente predicó en él, y lo mesmo he entendido de
la Coruña”. También el P. Medrano alude, en su Historia de la
provincia de España, de la Orden de Predicadores, a la peregrinación
de san Vicente a Santiago, a la conservación del “púlpito en que
predicó” y a su estancia y predicaciones en La Coruña.
La presencia de San Vicente en Compostela parece demostrada, además, por
la leyenda popular que atribuye a una decisión de Ferrer la erección del
cruceiro del home santo en Bonaval y lo hace responsable de la
abundancia de cruceros en la ciudad, pues durante su estancia habría
aconsejado que se colocasen en las principales calles. Por lo que se
refiere a Coruña, no hay más indicios de que estuviese allí y se ha
pensado que se trate de un error del P. Antist en lugar de Lugo, ciudad
de paso obligado en el camino de Santiago en la cual la tradición
mantiene que el santo la visitó, predicando en un púlpito improvisado en
un carballo delante del convento dominicano, roble cuyo tronco todavía
se conservaba como reliquia a finales del siglo XVII según testimonio
del canónigo Juan Pallares y Galloso en su Argos divina. Sancta María
de Lugo de los Ojos Grandes..., Imp. de Benito Antonio Frayz, Santiago, 1700, pp. 484-85.
Por último, cabe considerar como un testimonio indirecto de la presencia
de Ferrer en Galicia el relieve de la Quinta Angustia, conservado en el
Museo de Pontevedra y procedente de la
desaparecida iglesia parroquial de San Bartolomé. Datado hacia 1480 y perteneciente a
un antiguo retablo, la presencia en él de San Vicente Ferrer haciendo un
gesto de adlocutio y con dos figurillas femeninas a sus pies que
podrían representar al público (o ser las donantes), hay que ponerla en
relación con la predicación del valenciano en Galicia y su, entonces,
reciente canonización (1455). San Vicente se dirige al espectador
señalándole un relieve ovalado en el que se representa la visión de
Cristo entre nubes enseñando las llagas, como si estuviera predicando
uno de sus sermones, que, a decir de los cronistas, eran auténticos
espectáculos en los que utilizaba frecuentemente imágenes. En este caso
debió de tratarse de un sermón sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de
Cristo, un tema por el que San Vicente mostró una especial devoción,
siendo autor de dos opúsculos titulados Contemplación de la Pasión de
Jesucristo.
Los jesuitas
En la Edad Moderna fueron los jesuitas quienes manifestaron mayor
tendencia a la utilización de elementos espectaculares en sus sermones,
tanto en los colegiales como en los de las misiones populares de los
predicadores de la Compañía. Fueron también expertos los Padres en la
creación de arquitecturas efímeras y escenografías que
sorprendían a los fieles que asistían a la predicación, convertida por
los jesuitas en un espectáculo visual.
En el caso gallego, tenemos pruebas de la existencia de sermones de
aparato, denominación con la que los Padres se refieren a las
prédicas en las que se utilizaban recursos escénicos y oratorios con
concesiones a la escenografía y truculencia del barroco, todo para
conseguir que el misionero se convirtiera en dueño de los sentimientos
de los oyentes. En los años 1671-72 y 1675 predicó en misión por toda
Galicia el Padre Tirso González de Santalla, XIIII prepósito general de
la Compañía de Jesús (1665-1686). Acompañado por el Padre Rubí, Santalla
recorrió villas, ciudades y parroquias rurales en una campaña de
predicaciones, doctrina, sermones maratonianos, procesiones y
disciplinas colectivas.
En sus sermones el Padre Santalla predicaba frecuentemente con una
calavera y un cuadro del alma condenada “en que se pintaban al vivo
las penas del sentido (…) describiendo esas penas con el cuadro delante,
enumerando sus causas y proponiendo los remedios para los que quisieren
evitarlas”. En Compostela predicó dos sermones morales haciendo
siempre “al fin el coloquio con el Cristo, pasando de la enseñanza
especulativa á la moción práctica (…) volví á predicar y saqué [el
cuadro de] el alma condenada (…) el martes por la mañana de diez á once,
prediqué desde la puerta de la casa del cura, sacando la calavera”.
Santalla se preocupaba siempre en elegir un lugar adecuado para sus
predicaciones, bien fueran las iglesias, si tenían suficiente capacidad,
bien los atrios o espacios urbanos adecuados, en los que frecuentemente
se levantaban tablados con toldos y se disponían asientos para la
autoridades. El mismo nos informa en su diario de predicación:
“En la iglesia de
la Virgen de Cobas predicamos desde una ventana del hospital, que tiene
enfrente la iglesia y un buen atrio (…) En Laxe predicóse en la calle,
desde una ventana ó puerta de una casa, que está enfrente de la iglesia,
á que se sube por unas escaleras de piedra (…) En Cee predicóse en la
plaza, levantando un tablado, con su cubierta hacia la parte de la
iglesia, que estaba defendida del cierzo. El domingo se colocó un altar
en el tablado donde se predicaba, y se dio la comunión en la plaza,
haciendo filas de largo á largo (….) Levantóse allí [en Corcubión] un
tablado con su cubierta en parte defendida del norte, que corría
aquellos días. Tenían también dispuesta una valla de bancos de respaldo
en forma de media luna para la gente noble, y sacerdotes, recogiendo las
mujeres más principales dentro de la valla, y echando al vulgo de los
hombres detrás de los bancos…”.
Las misiones incluían siempre procesiones generales con imágenes y
disciplinantes, y se publicitaban prometiendo indulgencias y jubileos a
los fieles que asistiesen a ellas. No faltaba el acto de contrición,
para el cual Santalla “excitaba á los oyentes al dolor y
arrepentimiento de sus culpas y pecados (…) tomando en sus manos la
imagen de Jesucristo crucificado, los excitó al dolor, con grande fervor
y energía, siguiéndose en el auditorio una explosión de voces,
implorando de Dios indulgencia y misericordia. El Padre despidió á los
fieles poseídos de saludable temor”. No dudaba el P. Tirso en darse
“de bofetadas, como lo estilamos los misioneros, y moviendo con esto
á todo el pueblo”, y demuestra tener un fino instinto para conmover
al público cuando nos relata como en Arzúa: “Viendo á un niño
desnudito, como un S. Juan, y abandonado, le subí al tablado del
púlpito, y después de tocar un punto de limosna, dije si había quien
quisiera vestir á Cristo en aquel pobrecito…”.
Pero la especialidad de González de Santalla eran los sermones “de la
recomendación del alma y calavera, para dejar por despedida gravados los
corazones con este último desengaño”. Para aumentar el dramatismo
exhibía siempre en ellos una calavera y un Cristo. En Monfero: “Para
sacarlo en el pulpito nos prestó el P. Abad un Sto. Cristo de su celda;
el cual, juntamente con la calavera con que se predicó, hizo colocar en
un altar particular formado con ese fin, para conservar la memoria de la
misión, y para que sirviese de recuerdo á los labradores de aquella
comarca, con que trajesen á la memoria los desengaños, que con aquel
Sto. Crucifijo y calavera, les habíamos predicado”. Y en Cambados en
1675: “Por la tarde, entre tres y cuatro, salimos con la procesión de
la doctrina desde la ermita del hospital, que está inmediato de la
villa, á la parroquia de Sta. Marina, que está fuera de la villa, á dos
tiros de mosquete. La iglesia esta es muy capaz, y pudo caber toda la
gente que concurrió de las tres villas, que están continuadas una con
otra á la orilla del mar. Fefiñanes, Cambados y Sto. Tomé; porque hubo
gran cuidado de disponerla con orden. Todos los días siguientes se
predicó en el campo de San Francisco, que es muy capaz y está detrás de
la cerca del convento, junto á la cual hízose un tablado”.
Santalla se comportaba en el tablado como un auténtico actor, y en el
acto de contrición, con el Cristo en la mano dijo dirigiéndose al
auditorio de Cambados: “… y tú desdichado, que ha tantos años que
engañas al confesor mira que acudas luego á confesarte, que este Señor
sale á predicarte. ¡Ay de ti si no lo haces!”. Dos siglos más tarde
los misioneros jesuitas volvieron a recorrer Galicia tras su retorno a
la Península y recurrieron de nuevo a los sermones truculentos sobre la
muerte utilizando túmulos cubiertos de paños negros, calaveras y el
predicador del otro mundo. En 1893 un misionero dice: “la gente
de Galicia no se contenta en las misiones si no hay cosas y ejemplos
terroríficos”, “porque en Galicia estas funciones llaman
grandemente la atención y lo dejan todo por asistir a ellas”.
No sabemos exactamente cuál era la actitud con la que el público asistía
a las misiones en los siglos XVI-XVIII, pero los relatos de los
misioneros del siglo XIX prueban la existencia de cierto ambiente de
fiesta popular que los Padres intentan atajar. De sus noticias se deduce
que la gente que acudía de lejos se alojaba en las casas de parientes y
amigos, en un ambiente de fiesta patronal, con abundante comida, bebida
y música, lo que evidentemente no gustaba a los misioneros, que intentaron
impedir también las bombas de palenque y los tenderetes de vendedores de
dulces, bebidas y objetos religiosos como estampas, medallas y las
populares cubelas con siete amuletos.
Agustinos
A finales del siglo XVII y durante el XVIII los agustinos de Santiago
hicieron misiones por Galicia, destacando en esta labor la figura de
Fray Gonzalo Bozeta, prior del convento de la Virgen de la Cerca y autor
de unos Sermones de Mission, impresos en Santiago por Benito
Frayz en 1706 y con numerosas reimpresiones, los cuales incluyen unas
Advertencias útiles para el acierto en las misiones en las que
recoge su experiencia como predicador en Castilla y Galicia, con
recomendaciones para la predicación de misión en las que conseja el uso
de un estilo llano, de imágenes, de diálogos en estilo directo, y
dirigirse al público como si se hiciese a una persona concreta “tu
que...” (BOZETA, Gonzalo, Sermones de mission. Dispuestos, y
escritos por Fr. Gonzalo Bozeta religioso de la observancia de los
Ermitaños de nuestro Padre San Agustin..., Jacinto del Canto : en la
imprenta del doctor D. Benito Frayz, Santiago de Compostela, 1706).
No todos los miembros
de la orden fueron, sin embargo, partidarios de la predicación teatral y
así el agustino catalán Agustí Eura (1684-1763), siendo obispo de
Ourense pretendió, con la oposición del cabildo, hacerse cargo
personalmente de los sermones en la catedral auriense, entre otras cosas
porque había oído a un franciscano en 1748 predicar en la catedral un
sermón sobre San Martín en el que solo se preocupaba de: "adornar su
panegírico de odiosas sátiras, molestos equívocos, conceptillos vulgares
y gracejos yntempestuosos (quales fueron, entre otros muchos, que S.
Martín se avía quedado con la media capa para polainas)..., a que añadió
diferentes pasajes de entremeses y comedias".
Los pasionistas
En el siglo XIX los miembros de la Congregación de la Pasión, conocidos
popularmente como Pasionistas, se sumaron a los jesuitas
retornados en la actividad itinerante de las misiones
populares por las parroquias gallegas. En ellas predicaban
frecuentemente sermones sobre la Pasión, hacían la ceremonia del
Desenclavo con Cristos articulados y utilizaban imágenes portátiles
con las que representaban ante la concurrencia las vidas de los
santos, los milagros marianos y los sufrimientos de Cristo. En 1998
se descubrió en la buhardilla del convento de los pasionistas de
Caldas de Reis (Pontevedra) una Virgen vestidera de la primera mitad del
XVIII, con pies y brazos articulados y desmontables. Se trata
evidentemente de una imagen para la predicación ambulante, ya que la
parte inferior se convierte en maleta en la que caben los miembros y dos
cabezas intercambiables, una de rostro alegre y la otra lacrimosa.
|


San Francisco predicando
Capitel de Betanzos.

Relieve de la Quinta
Angustia con San Agustín y San Vicente Ferrer (Museo de Pontevedra, ca. 1480).

San Francisco predicando a
las aves
Capitel de Santa Catalina
de Montefaro.

Santo Domingo en el tímpano
de la puerta del cementerio del convento de Bonaval

Sermones de mission.
Dispuestos, y escritos por Fr. Gonzalo Bozeta. 1706

El padre pasionista D.
Basilio predicando en Corme en 1897. |